Opinión | El recorte

Otra injusticia

Refugiados saharauis de los campamenos de Tinduf junto a un vehículo militar del Frente Polisario.

Refugiados saharauis de los campamenos de Tinduf junto a un vehículo militar del Frente Polisario. / Reuters

Vaya por delante que no siento ninguna simpatía por el Frente Polisario. Se equivocaron lamentablemente cuando lucharon para expulsar a España del Sáhara. Cuando ametrallaron pesqueros canarios, protagonizaron actos de violencia y le hicieron el juego a Marruecos haciéndoselo a Argelia. De aquellas lluvias, estos lodos.

España, a pesar de los pesares, mantuvo lazos de afecto con el Sáhara y la difícil causa de su independencia, que defendía el Polisario. Hace la tira de años, la activista saharaui Aminatou Haidar protagonizó una huelga de hambre de más de un mes, durmiendo en las instalaciones del aeropuerto de Lanzarote, después de que Marruecos le denegara la entrada al Sáhara. Los medios informativos canarios llevaron el caso de Haidar a todas las portadas y al Gobierno español, presionado, no le quedó otra que concederle asilo.

Después de dieciséis años, el Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido continuar su errática carrera de meteduras de pata denegándole a Haidar la renovación anual del permiso de residencia. Un hecho insólito que ha cabreado a fiscales progresistas y asociaciones humanitarias pero que solo ha ocupado unas pocas líneas en los medios de incomunicación españoles.

Aminatou Haidar sufrió en Marruecos detenciones y supuestas torturas, así como cuatro años de encarcelamiento ilegal, según sostienen sus defensores, cuando tenía veinte años. Sea como sea, es razonable pensar que la activista sigue en el punto de mira de las autoridades marroquíes y corre bastante riesgo si es obligada a volver. Y no hay que ser una lumbrera para establecer, aplicando una lógica muy elemental, que la decisión del Gobierno español de ponerla de patitas en la calle tantos años después no tiene otra explicación que el volantazo dado por Pedro Sánchez en la cuestión del Sáhara, con un sorprendente acercamiento público a la postura oficial de Marruecos en esa materia.

Una decisión del pasado Gobierno presidido por Sánchez, para congraciarse con Argelia, permitió la entrada en España de Mohamed El Ouali Akeik, máximo responsable militar del Frente Polisario, que acudió a nuestro país «por razones humanitarias», para una revisión médica y una operación de cataratas en un hospital del País Vasco. Esta visita, revelada en los medios, provocó la indignación de Marruecos y casi la ruptura de relaciones diplomáticas. Se lió parda y empezaron a pasar cosas raras. Como la noticia de que los móviles de Pedro Sánchez, entre otros miembros del Gobierno, habían sido hackeados por la inteligencia marroquí, con un programa israelí, el Pegasus. Aquello acabó con Sánchez mandando una sorprendente carta en la que venía a reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara y en una comida con el rey Mohamed VI delante de una bandera de España puesta del revés. Saquen ustedes sus propias conclusiones.

Expulsar ahora mismo a Aminatou Haidar es injusto e inmoral. Aunque, eso sí, permite comprobar cómo Yolanda Díaz y Sumar protestan con la boca pequeña mientras siguen sentados en el Gobierno que expulsa a la activista. En esa moral política caben sapos del tamaño del Sáhara. Y mayores.

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