Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | Un carrusel vacío

Marina Casado

Cuando el arte no es refugio

Cuando el arte no es refugio

Cuando el arte no es refugio / Adae Santana

«Todo tiene su fin», cantaban los Módulos en su legendario tema de 1970, y se trata de una verdad terriblemente cierta, que invade incluso a aquellas realidades que parecían inamovibles, como la capa de Ramón García en Nochevieja, la juventud de Jordi Hurtado o las aventuras de la familia Alcántara en la mítica serie de Televisión Española Cuéntame, que ha permanecido en antena durante 22 años a lo largo de veintitrés temporadas. En septiembre de 2001, cuando se emitió el primer capítulo, yo tenía once años.

Al principio, la acción transcurría en 1968. A medida que se estrenaban nuevas temporadas y la década de los sesenta dejaba paso a la de los setenta y así sucesivamente, empezó a surgir entre mis coetáneos la broma de que, algún día, nos alcanzarían en el tiempo. Y la broma acabó haciéndose realidad. Muchos de mi generación pueden comprender la perplejidad que produce ese momento en el que los Alcántara llegan al año de tu propio nacimiento. Es similar a lo que podría sentir Marty McFly al subir por primera vez en el DeLorean. La temporada 20ª arrancó precisamente en 1989 –mi año–, con María, la benjamina de la familia, votando por primera vez en las elecciones generales. Después, la cosa continuó, amenazando no ya con alcanzar el año de nuestro nacimiento, sino el presente, y casi lo consigue cuando realizó un salto temporal al año de la pandemia, 2020.

Pero «todo tiene su fin», sobre todo si el descenso de audiencia así lo impone, y 2023 se ha convertido en el año en el que la mítica serie ha emitido su última temporada, matando, de paso, a la abuela Herminia, que era el personaje más entrañable. No obstante, la añoranza del pasado siempre pervive en nuestro país y, a veces, no de una forma positiva, como nos demostraron en noviembre cientos de energúmenos con proclamas fascistas y banderas anticonstitucionales, prácticamente exigiendo un golpe de Estado contra Pedro Sánchez, usando como excusa el tema de la amnistía, y si paseabas por el centro de Madrid a ciertas horas, algunas escenas presenciadas te llevaban a preguntarte si no habrías viajado en el tiempo, concretamente a 1939. Tal vez ese mismo espíritu es el que ha hecho que un tipo como Milei gane las elecciones en Argentina.

Para compensar tanta nostalgia, 2023 también ha sido el año en el que los docentes hemos comprendido que ya no es buena idea mandar redacciones como tarea para casa a los alumnos; mejor en clase, con nuestra supervisión, que el Chat GPT se ha popularizado y puede hacerte los trabajos con la inocencia de un chaval de 2º de la ESO, si así se lo pides. Es el discreto encanto de la inteligencia artificial llegando a nuestras vidas y asentándose definitivamente, para desgracia de los ilustradores profesionales, que han encontrado de repente un competidor que no cobra por su trabajo. Si las Humanidades ya estaban infravaloradas, a partir de ahora será peor. Y eso que, como escribió Antonio Gala, «No hay humanos auténticos sin Humanidades». Él también murió este año, dejando un vacío en la literatura española que seguirán cubriendo, en gran parte, sus obras.

Es lo bueno del arte, que sobrevive a su autor. Como pervivirán las obras de quienes se han marchado este 2023: las pinturas y las esculturas de Fernando Botero, las películas de Carlos Saura, la pasión de Concha Velasco en el escenario o esa templada sabiduría de Albus Dumbledore, el personaje por el que muchos recordaremos a Michael Gambon, aunque no lo interpretara desde el principio de la saga, sino a partir de la tercera película, tras el fallecimiento del gran Richard Harris. Los seguidores de Friends, otra mítica serie noventera, también han dicho adiós a Mathew Perry, el actor que encarnaba a uno de los personajes más queridos, Chandler, a causa de una sobredosis de ketamina. Y Mortadelo y Filemón seguirán haciendo trabajos chapuceros para la T. I. A., aunque su creador, Francisco Ibáñez, nos dejara este verano. A las despedidas debe sumarse la de Carmen Sevilla, «la novia de España», que ha dejado huérfanas a sus «ovejitas»; la de Tina Turner, la abuela del rock, y Milán Kundera, María Jiménez…

Hay otras muertes que no podemos recordar con tanta precisión, porque se cuentan por miles y suceden lejos, en Gaza, un nombre que ya suena a sangre. Mientras, aquí encendemos las luces del árbol de Navidad y comemos turrones. «El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos», que diría Ilsa en Casablanca. Se marcha otro año con el amargo regusto de la injusticia, porque el arte sobrevive a su autor y es refugio, sueño y lumbre, pero muy lejano allá donde la muerte tiene siempre los ojos abiertos.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents