Opinión | EL RECORTE

Discurso y antidiscurso

En realidad el discurso del rey ha hecho repaso de algunas obviedades. Como que la Constitución del 78 es «el mejor ejemplo de la unión y convivencia entre españoles»

El Rey Felipe VI ofrece su tradicional discurso de Nochebuena desde Zarzuela, en Madrid (España) a 24 de diciembre de 2023.

El Rey Felipe VI ofrece su tradicional discurso de Nochebuena desde Zarzuela, en Madrid (España) a 24 de diciembre de 2023. / POOL

El Rey de España, como es tradicional, dirigió al país un soporífero discurso en la Navidad. Estuvo centrado, por pura actualidad, en la defensa de la Constitución y de la unidad de la nación. Y sorprendentemente ha cabreado a los separatistas, comunistas y republicanos de izquierda, que por lo visto esperaban a un monarca que saliera en defensa de la división de España y su propio suicidio político.

Tiene tanta lógica esperar que Felipe VI defienda la ruptura del Estado como que Carles Puigdemont esté a favor de la indisoluble unidad de la patria del Cid Campeador. No sé qué le pasa realmente a la progresía soberanista, que tiende a considerar a los adversarios a la altura intelectual de una bellota. El rey ha hecho lo que tenía que hacer porque le tocaba. Y porque, además, no solo está defendiendo la existencia del Estado, sino su propia supervivencia y la de su Casa Real.

En realidad el discurso del rey ha hecho repaso de algunas obviedades. Como que la Constitución del 78 es «el mejor ejemplo de la unión y convivencia entre españoles». Dijo que en España todo ciudadano tiene derecho a pensar, a expresarse y defender sus ideas con libertad y respeto a los demás, pero que la democracia también «requiere unos consensos básicos y amplios sobre los principios que hemos compartido y que nos unen desde hace varias generaciones (…) la libertad, la justicia, la igualdad, el pluralismo».

De todos sus párrafos, éste: «Gracias a la Constitución conseguimos superar la división, que ha sido la causa de muchos errores en nuestra historia; que abrió heridas, fracturó afectos y distanció a las personas. Superar esa división, por tanto, fue nuestro principal acierto hace ya casi cinco décadas. Por eso, evitar que nunca el germen de la discordia se instale entre nosotros es un deber moral que tenemos todos. Porque no nos lo podemos permitir». No se le puede añadir ni una coma.

Para la izquierda comunista el discurso fue «decepcionante». La portavoz de Sumar, Marta Lois, considera que en España no hay polarización y que se trata de «la extrema derecha contra la democracia». Y dos huevos duros. Y Gabriel Rufián, Esquerra, echó mano del famoso Francomodín publicando en sus redes una imagen de Felipe VI de niño saludando y dándole la mano al dictador. Habrá más pronunciamientos en la misma línea. Y peores.

Hay una parte de la sociedad española dispuesta a luchar con uñas y dientes por crear un sistema de repúblicas, abolir la monarquía y establecer un gobierno de corte comunista. Hay otra, que se agrupa en torno a la figura de la Constitución y del rey, como símbolos de una España que no quieren trocear más de lo que ya está. Y existe una tercera parte, posiblemente mayoritaria, a la que parece que todo esto se la refanfinfla.

Exagerando muy poco este país empieza a parecerse demasiado al otro. Al del enfrentamiento entre hermanos. Al del odio entre rojos y azules. Al que terminó instalado en cuarenta años de paz a punta de bayoneta. Otra vez los mismos jodiendo con lo mismo.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents