Opinión | EL RECORTE

Violencia e intimidación

Es una vergüenza y un despropósito que quienes deben dar ejemplo sean unos cabestros

Momento en el que Ortega Smith se encara con Rubiño.

Momento en el que Ortega Smith se encara con Rubiño. / Más Madrid

Da igual que la botella estuviera medio llena o medio vacía. Javier Ortega Smith, portavoz de VOX, se acercó al escaño de un diputado de Más Madrid, Eduardo Fernández Rubiño, después de bajar del atril de oradores, le dio un manotazo con los folios que llevaba en la mano y tiró, con la otra, una botella de plástico que estaba sobre la mesa. Sucedió este viernes, en el último pleno del año del Ayuntamiento de Madrid.

Después vienen las versiones. Que si no fue para tanto. Que si le provocó el concejal de izquierdas. Que si se exagera… Lo único real es que nada habría pasado si Ortega Smith no se hubiera acercado a donde no debía. Si hubiese guardado la compostura y el respeto que se merecen las instituciones. Pero este país ya no tiene remedio. Y les aseguro, porque así lo creo, que si no se matan entre sí es porque en esta época no llevan pistolas.

Es una vergüenza y un despropósito que quienes deben dar ejemplo sean unos cabestros. Ya ocurrió en el mismo salón de plenos con un concejal socialista, Daniel Vicente Viondi, que se acercó al sillón del alcalde Almeida y le dio un par de amenazadoras palmaditas en la cara. Otra indecente chulada de patio de colegio. Pero Viondi, tuvo la dignidad de presentar la dimisión que le exigieron desde el PSOE, que hizo lo que tenía que hacer. Lo que no ha hecho VOX, porque parece pensar que la violencia y las amenazas son herramientas permisibles en el ejercicio de la política. En eso se parecen como una gota de agua a los extremistas que defendían los escraches. A los que acosaban a los políticos de derechas en las calles y les gritaban en la oreja, escupiéndoles saliva en la cara. Son iguales.

Los grandes partidos están permitiendo y alentando con su pésimo ejemplo esta escalada potencialmente peligrosa de pequeñas violencias e intimidaciones. La degradación de las relaciones entre los políticos de distintas ideologías, el recurso permanente al insulto y a la descalificación, la tolerancia que se practica con los vándalos que convierten las calles en un pandemonium a la menor oportunidad… son los peldaños de una escalera que desciende a los infiernos. Da igual que sea un comunista el que llame a rodear el Congreso, un tipo de ultraderecha el que grita a la puerta de un partido político como el PSOE o un independentista el que empuja a un diputado autonómico catalán. Son distintos hacen lo mismo.

Los partidos políticos españoles deberían plantearse muy seriamente que en democracia no cabe ningún tipo de violencia física. Ni siquiera la que se plantea como amenaza. Un representante electo de los ciudadanos no puede ser desposeído de su acta. El alcalde, el popular Almeida, ha pedido la dimisión de Ortega Smith. Pero si no se va, deben ser el resto de los concejales de todos los partidos los que lo cesen. Los que abandonen el salón de sesiones dejándole solo cuando intente hablar en la tribuna. Los que le demuestren una y otra vez que los violentos están solos. Las veces que haga falta. Hasta que dimita y se vaya a hacer aspavientos y tirar botellas a su casa.

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