Opinión
Juan Manuel Palerm Salazar
La arquitectura y el urbanismo en Canarias: ¿a punto del colapso?

Exposición de la evolución de la arquitectura en Santa Cruz / Carsten W. Lauritsen
En la sede del Colegio de Arquitectos de la capital tinerfeña se celebró recientemente una sesión conmemorativa del Día del Urbanismo. Un evento bajo el título Urbanismo Re-generativo articulado en dos partes, una en formato de conferencia: Paisajes trasversales y la otra, una mesa de debate, estructurada en bloques titulada: Re-imaginar el territorio. En búsqueda de una ciudad resiliente.
Para afrontar este evento se contó con la presencia de varios ponentes que desde diversas perspectivas y disciplinas ofrecieron, a pesar de la imprecisión en los contenidos a abordar, un panorama efervescente sobre la arquitectura y urbanismo actual, con ciertas pinceladas apocalípticas, como se comentó desde el público que intervino a posteriori de las intervenciones de los ponentes y que personalmente consideré más adecuado denominar la situación actual como de colapso estructural.
De los enfoques ofrecidos destacaría dos consideraciones: una de ellas, referida a la recurrida incorporación del prefijo «re» a determinadas palabras y conceptos profusamente utilizados recientemente en la literatura sobre la arquitectura y urbanismo, por ejemplo: re-generación, re-generativo, re-siliencía , re-ordenacion, re-adaptación, re-conversión, re-naturalización, re-construccion. Estos términos desvelan cada vez con mayor evidencia la debilidad del discurso para afrontar los verdaderos problemas estructurales del urbanismo (ciudad y territorio). Problemas que se podrían sintetizar, como se desprende de las ponencias presentadas, «por una caduca y obsoleta instrumentación urbanística incapaz de hacer frente a una realidad incierta y compleja, con grandes problemas para codificar su diagnóstico en la reglamentación técnica y jurídica actual, agravada con las determinaciones y normativas ambientales».
La aportación sobre urbanismo re-generativo presentada por Joan Aguirre se constriñe, como así lo definió el autor, a una metodología sobre papel, excluido por decisión política de su objetivo de actuación en el Plan de Santander a pesar de tener un soporte de interés cultural, técnico e intelectual para su desarrollo.
Parece evidente, desde este contexto reiterado en la geografía española, la necesidad de una apuesta, esfuerzo y compromiso político para afrontar esta situación con la necesaria e imprescindible puesta en valor de la arquitectura.
Ponemos el foco por tanto en la necesaria vinculación y coherencia mínima entre un contenido de cualidad verificado, la instrumentación adecuada, la gestión política y la gobernanza con sus correspondientes derivadas de participación y por tanto en la necesidad de un liderazgo que confiera una continuidad razonable.
Pero esta evidencia debe ser tolerada y soportada además de una adecuada formación, capacitación y acreditación en todos los niveles técnicos y administrativos donde los colegios profesionales y universidades deben responder y ofrecer coordinadamente procesos de formación integrada a este fin e intentar paliar, con la comprensión y sensibilidad de la administración (políticos y funcionarios ), la desafortunada situación actual, caracterizada por la complejidad del proceso de una realidad terca y cotidiana simplificada obstinadamente con cumplimientos parámetros y normativos reglados sin verificación crítica. Esta situación no ofrece capacidad de introducir, considerar y valorar, desde la normalidad, las cualidades inherentes a la arquitectura y al urbanismo, en muchos casos tildadas desde la ignorancia como subjetivas.
Un cierto tono apocalíptico se difuminó en el debate, con derivas y deslizamientos inconsistentes orientados a términos como el de-crecimiento o al control de la población o a la situación caótica de la movilidad y transporte insular, que enmarca y diagnostica a un maltratado y herido cuerpo de la «ciudad-isla» yacente en el territorio, en el que se actúa de forma paliativa a través de los «re...»: recuperar, rehabilitar..., como únicos argumentos conceptuales y técnicos reconocidos administrativamente capaces de actuar, lamiendo las heridas sangrantes de la ciudad y el territorio.
En contraste, la reflexión argumentada por Antonio Hernández pretende resaltar, de forma convincente, la aportación de la técnica- tecnología informática y los conceptos que derivan de ellos, como herramienta de soporte imprescindible en los procesos de ordenación y planificación, implementando un cambio de paradigma sobre los fines a conseguir por el urbanismo y en consecuencia generando nuevos conflictos al jerarquizar el control informático en los cumplimientos normativos y técnicos.
Al respecto cabría al menos indicar que la arquitectura, y por ende la técnica urbanística, no consiste en la «arqui-tecne», es decir, ni en la técnica ni en la tecnología aplicada, sino, más bien, en «arquitectonique tecne», es decir, el «arte arquitectónica» y por ello, reconociendo la importancia de los procesos, metodologías y las aportaciones técnicas y de digitalización sobre ellas, deberíamos exigir y profundizar con mayor atención y rigor en la cualidad y calidad de los espacios que habitamos y por tanto en la cualidad del proyecto y del plan que los sustentan intentando evitar una tecnocracia de los procesos frente a una cultura del habitar y construir.
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