Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | El recorte

La concordia

El debate de la ley de la amnistía en el Congreso, en imágenes

El debate de la ley de la amnistía en el Congreso, en imágenes

La Ley de Amnistía, diseñada para borrar los delitos cometidos por los independentistas catalanes, se diseñó, según Pedro Sánchez, para recuperar la concordia y pacificar Cataluña. Los primeros efectos de su desembarco parlamentario consisten en que los independentistas siguen considerando irrenunciable la independencia y exigen comisiones de investigación sobre los "togados franquistas", esos "personajes indecentes" que prevaricaron juzgándoles al dictado de los políticos de Madrid. Eso sí, dicho todo esto por Junts con mucha paz y mucha concordia y sin quemar contenedores en los pasillos del Congreso.

El hecho, sin duda molesto, es que el primer gran prevaricador fueron las Cortes españolas, que ante la gravedad de los disturbios y algaradas que provocó la lucha callejera del tsunami democratic y los comités de defensa de la república catalana (los CDR) aprobó aplicar el artículo 155 de la Constitución e intervenir la autonomía. Una decisión prevaricadora que fue apoyada por los votos del PP y de aquel PSOE liderado por el "otro" Sánchez de la oposición.

Los principios, en política, han sido sustituidos hoy por las necesidades. Pedro Sánchez solo podía llegar a Moncloa con el concurso de los independentistas. Y el precio a pagar –además de la entrega del Ayuntamiento de Pamplona a Bildu– es el que estamos viendo en varios frentes. El financiero, con paletadas de dinero del Estado que irá a Cataluña. El fiscal, cediéndoles la recaudación de todos los impuestos para acabar con el "España nos roba". Y el político, con la rendición incondicional que supone establecer que la malversación es un delito en todo el Estado, excepto cuando ocurre en Cataluña. Porque el procés es una lucha legítima contra un Estado opresor.

El bipartidismo en España ha vivido un achique de su espacio electoral, devorado en parte por los populistas de la extrema derecha y la izquierda extrema. El PP traga con Vox porque lo necesita para gobernar. El PSOE soporta a Sumar y a los independentistas vascos y catalanes por las mismas razones. Pero en contra de lo que dicta el sentido común y la fuerza proporcional de los votos, quienes imponen el sesgo ideológico en ambos escenarios son los radicales. Por eso hay tantos socialistas incómodos con la deriva de su partido y tantos conservadores escandalizados por la pérdida de centralidad del suyo. A la fuerza ahorcan.

La pinta que tiene esto es que la legislatura va a ser muy corta. Ni siquiera un prestidigitador tan solvente como Sánchez podrá sobrevivir al cambio climático de la política en España. La temperatura en el Poder Judicial, en el punto de mira de los independentistas, está llegando al punto de ebullición. Y con el Poder Ejecutivo prisionero del chantaje de los votos de la izquierda y los secesionistas, el Parlamento se va a convertir en una tormenta de rayos y truenos de violencia verbal interminable. Si esto es la concordia, será el Costa Concordia. Aquel barco naufragado que encalló un capitán para luego saltar por la borda intentando salvar el pellejo.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents