Opinión
¿Qué haremos si un día la extrema derecha copa las instituciones europeas?

Itamar Ben Gvir, el nuevo ministro de Seguridad Nacional de extrema derecha de Israel. / EFE
¿Qué harán los países con gobierno moderadamente progresista, si es que queda un día alguno en Europa, si la Comisión y el Parlamento europeos caen en manos de la extrema derecha?
¿Habrá llegado el momento de imitar a los británicos, aunque por motivos distintos, y decir adiós a una UE que no sería ya la que todos, sobre todo los españoles, soñamos un día?
Son pensamientos que a uno le asaltan tras el triunfo en las elecciones parlamentarias de esta semana en Holanda del Partido de la Libertad, del ultraderechista Geert Wilders.
No es, por desgracia, un fenómeno aislado: lo vemos también en países mucho más grandes en los que la extrema derecha no sólo gana elecciones, sino que arrastra a las fuerzas conservadoras hacia sus posiciones ideológicas.
De momento, en algunos de ellos, como Alemania, la derecha tradicional, cristianodemócrata, insiste en que de ninguna manera se aliará con la ultraderecha, pero ¿cuánto durará esa promesa si esta última prosigue imparable su avance?
Una extrema derecha que tan bien tipifica el mal llamado Partido de la Libertad de Wilders con sus promesas de parar «el tsunami de los solicitantes de asilo» para que los holandeses «vuelvan a recuperar su país».
Y con un dirigente que no ha ocultado nunca el «odio» que le inspiran los árabes y que propone resolver el conflicto palestino-israelí con el traslado «voluntario» de todos los palestinos a Jordania, que es, según él, «desde 1946 un Estado palestino independiente».
La deriva derechista observable en Holanda, al igual que en otros países europeos, con su radical rechazo del fenómeno inmigratorio, tiene mucho que ver con un nacionalismo excluyente de país rico: el PIB per cápita holandés (en torno a 10.000 euros) supera incluso al alemán.
Es cierto que, pese a haber sido el más votado, el partido de Wilders va a necesitar, para poder gobernar, de otras formaciones como el Movimiento Campesino Ciudadano (BBB), el del Nuevo Contrato Social (NSC), y sobre todo el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD).
Los dos primeros de han declarado ya dispuestos a coaligarse con el de Wilders, pero sin el VVD, liberal conservador y a cuyo frente está actualmente una mujer, la ministra de Justicia y Seguridad del gobierno de Mark Rutte, le va a resultar a aquél muy difícil conformar una mayoría.
Si Wilders no logra su objetivo, tendrá que intentarlo el ex vicepresidente de la Comisión Europea Frans Timmerman, que quedó segundo en número de votos con la coalición entre su Partido del Trabajo (socialdemócrata) y la Izquierda Verde.
Y muy por delante del Partido Socialista holandés, que, al igual que otros partidos europeos de esa ideología, parecen haber entrado en un imparable declive.
Como escribe un comentarista alemán, en clara alusión a las consecuencias sociales del gasto militar y el rearme incesante de Ucrania, «Wilders y compañía se limitan a cosechar lo que sembraron los moralizantes belicistas del establishment social-liberal».
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