Opinión | SANGRE DE DRAGO
Las exageraciones del amor

Una imagen del papa Francisco. / EFE
Las exageraciones del amor vienen a ser como una enfermedad visual que incapacita para descubrir fealdad alguna en la persona amada. Popularmente se describe con esa afirmación de que «el amor es ciego». Y no deja de tener cierta razón describir la ceguera del amor. Amor en su amplio sentido. Amor a unos colores deportivos, o amor a una identidad territorial… Nada del equipo de mis amores es defectuoso, y ningún planteamiento, por poco objetivo que sea, si las dice el líder de mis siglas, puede estar equivocado. El amor es ciego en muchos sentidos.
Pero, por otro lado, el amor despierta la curiosidad y se busca conocer lo amado hasta el extremo. Nos interesa todo y del todo. No nos contenta saber alguna noticia suelta; necesitamos la historia entera. La curiosidad del amor. Su pasado, su presente y las dificultades de su futuro si fuese posible imaginarlas. Y ahí estamos, alternando la ceguera y la lucidez, la curiosidad y el olvido, la mirada prendada de lo luminoso y la curiosidad por los detalles. Ahí estamos: amando.
Solo nos queda dirigir bien nuestra capacidad de amar. Porque si amamos la enana ideología vinculada a estrechas formas desencarnadas, así será nuestra biblioteca espiritual. Amar horizontes amplios iluminadores y referentes de grandeza. Amarlas sin exageraciones, pero con verdadera pasión. Amarlas porque sean dignas de amor y no porque tengamos pereza para buscar su profunda verdad. Pensar en grande y amar a fondo.
El día de la Inmaculada Concepción se me ocurrió pinchar en un vídeo en el que el Papa Francisco dictaba una catequesis sobre la Virgen María. Describía la grandeza de la misión de la Madre de Jesús, pero prevenía de la idolatría que se nos puede adherir a nuestra piedad por exagerada postura de amor. Y suele ocurrir con lo humano y con lo divino. Él se refería a alguna propuesta de afirmación dogmática vinculada al concepto de la redención. Decir que María no es Dios no es restarle amor, sino restar exageración al amor fiel de los católicos.
También es verdad que en la dinámica del amor siempre es mejor que sobre que no que falte. Aunque que sobre en la buena dirección. Porque amar, se debe amar, a las personas. Cariño, ternura, afecto y un largo etcétera, se puede tener a las mascotas que nos acompañan con respuestas cariñosas y con cercanía domesticada; pero el amor es una palabra grande que, por serlo, es digna del ser humano. La lógica se tuerce un tanto cuando, por humanizar lo vivo, generamos derechos humanos a quienes no lo son y, por la misma vía de los vínculos torcidos, olvidamos los derechos humanos que quienes comparten nuestra especie. Las exageraciones del amor…
Nos enseñaban que la justicia, en cuanto virtud, era conceder a cada cual lo que le corresponde. Pues «a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César». No vayamos a caer en la exageración de darle al César culto divino y a Dios temerlo como si fuera el César. Darles a los padres lo que debemos y a los hijos lo que conviene. Porque si no, por el camino de las exageraciones del amor humano, le pediremos permiso a nuestros hijos para el uso de su herencia y le exigiremos a nuestros padres que se comporten como es debido.
Lo decía san Agustín, en formato también un tanto exagerado, «ama, y haz lo que quieras».
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