Opinión | El recorte

Mejorando la convivencia

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / José Luis Roca

Ese hombre ya no puede más. Lo ha dado todo por la convivencia de los españoles. Cambió el Código Penal al gusto de las tribus que le iban a votar. Ha presentado un proyecto de ley de amnistía para borrar los delitos que cometieron sus actuales socios. Ha permitido que su partido celebre, en el extranjero, reuniones de contenido secreto donde se negocia, con un político perseguido judicialmente en este país, la futura configuración del Estado español. ¿Qué más se le puede pedir? ¿Que también la líe fuera de España? Pues vale: ¡concedido!

Las últimas horas en la apasionante vida de Pedro Sánchez nos dejan patidifusos. Después de liderar en este país la mayor crispación social de nuestra reciente historia, ha decidido extender el caos a nivel internacional provocando una crisis diplomática con Israel. Unas nuevas declaraciones en televisión, hechas el mismo día en que un atentado terrorista palestino mataba a tres personas en Jerusalén, desataron la cólera del gobierno judío, que llamó a consultas a su embajadora en España. Un paso serio, previo a una ruptura de relaciones.

Un presidente capaz de decir que todo lo que está haciendo ahora es para mejorar la convivencia en España tal vez considere que los últimos acontecimientos son una mejora de nuestras relaciones con el Estado judío. Como si los americanos analizaran el ataque japonés a Pearl Harbour como una educada petición para celebrar una cumbre sobre la paz.

Pero veces es fácil establecer conclusiones a través de la observación de resultados. Cuando te cabreas con un estado democrático y recibes efusivas felicitaciones de países que son dictaduras religiosas donde se otorga más respeto a los camellos que a las mujeres, deberías considerar que igual estás haciendo algo rematadamente mal. Eso por no hablar de los elogios realizados a Sánchez por el mismo grupo terrorista, Hamás, que provocó a sabiendas la muerte de miles de palestinos atacando a sangre y fuego y matando y secuestrando a ciudadanos judíos.

Es cierto que Sánchez solo le ha pedido a Israel el cumplimiento de la legalidad internacional. Esa que no le pidió a Marruecos cuando el Sáhara. Pero lo ha hecho, dos veces, en los momentos más inoportunos. Y además declaró –y esto es diplomáticamente relevante– que si la Unión Europea no daba los pasos necesarios para hacerlo, España, por su cuenta y riesgo, estaría dispuesta a reconocer al Estado palestino. ¿España? Claro. O sea, él. Porque además es lo que defienden sus socios de la izquierda comunista, absolutamente partidarios de la causa palestina. Al fin y al cabo Israel es ese país que había negociado alianzas con Marruecos y hasta le había vendido ese maldito programa, Pegasus, con el que los marroquíes estuvieron revisando sus chats de whatsapp y sus fotos y sus chistes privados.

Creo que es en la novela Las amistades peligrosas donde se escribió por vez primera que la venganza es un plato que se sirve frío. Igual fue la lectura de este verano de un presidente que no deja ni una ofensa sin venganza ni una afrenta sin castigo.

Pues nada, ahora toca mejorar la convivencia con Israel.

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