Opinión | Cartas al director

El mediador PSOE-Junts: una pésima idea

Puigdemont explica el acuerdo en Bruselas.

Puigdemont explica el acuerdo en Bruselas. / EFE

En el Acuerdo de Bruselas recogiendo las asombrosas concesiones de los socialistas a Puigdemont para acompañar la amnistía del todavía prófugo de la Justicia y de otros independentistas ligados al ilegal procés, figura una muy chocante. Se formula en una alambicada frase previendo un «mecanismo... internacional [para] acompañar, verificar y realizar seguimiento de todo el proceso de negociación y de los acuerdos... a los que se llegue». En claro: un verificador o mediador extranjero que dé fe de las conversaciones entre ambos partidos y de sus eventuales resultados.

La exigencia de un mediador internacional ya la formulaba Junts en su ponencia política de 06/2022 y en su programa electoral de 07/2023. Se trata de una figura que en la doctrina y la práctica internacionales se concibe para la resolución de conflictos armados o en los que una parte aspira a la soberanía, y desde tal perspectiva, un mediador entraña una clara bilateralidad entre soberanías. En este caso, se daría por hecho una soberanía de Cataluña que, representada por el pequeño partido independentista de Puigdemont, estaría a la altura jurídica de la otra parte, un estado soberano como España, representada por un partido de Estado, el PSOE.

Hace pocas semanas, el ponderado jurista catalán cercano al PSC, Jordi García-Petit, sostenía que –para los independentistas– el mediador tendría una doble justificación: «la político-jurídica de asentar una bilateralidad... inaceptable por el Estado porque vulnera la Constitución; y la estético-política de mostrar al mundo la «humillación» del Estado por el reconocimiento forzado del independentismo como interlocutor en un conflicto entre ambos». García-Petit concluía, con toda lógica, que «el Estado no puede consentir que sus poderes sean controlados por terceros impuestos por un chamarilero de votos» y que no hay por qué aceptar dicho mecanismo que, «además, no hace falta». Aun así, al persuasivo Puigdemont no le debió costar mucho convencer al PSOE…

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