Opinión | El recorte

No pasa nada

Persona pidiendo en la calle

Persona pidiendo en la calle / EUROPA PRESS - Archivo

Cada cierto tiempo asoma el hocico una noticia sobre Canarias que no es tal noticia. Un informe sobre la pobreza que padecen miles de canarios. Un estudio que nos coloca a la cabeza de las listas de espera sanitarias. Una estadística que confirma que tenemos los peores salarios –los penúltimos– del país. En fin, fotos distintas de una misma penosa realidad que arrastramos desde hace demasiados años.

La última ha sido que nuestras islas se encuentran a la cola de la productividad en España. ¿Cómo es eso? ¿Que un trabajador canario produce menos que uno de Cuenca? Pues no exactamente. No somos tan distintos. El problema es que la productividad se mide dividiendo el Producto Interior Bruto (PIB) –los bienes y servicios que se obtienen en un año en nuestra economía– por el número de ocupados o de horas trabajadas. Y pasa lo que pasa. Que nuestro PIB está cinco mil millones por debajo de hace cuatro años, pero tenemos casi un millón de trabajadores; casi trescientos mil más. Menos riqueza dividida por más gente trabajando da lo que da.

Por decirlo finamente, vamos de culo y sin frenos, pero aquí parece que no le preocupa a nadie. Desde hace muchos años han saltado las alarmas, para quien quiera escucharlas. Somos un país mantenido, que apenas produce cinco mil millones de los once mil millones que tiene de presupuestos públicos. Nuestros servicios están mal financiados, por debajo del coste real de su prestación efectiva y muy lejos del incremento poblacional que ha sufrido Canarias en los últimos años.

El sector turístico genera en las islas cerca de veinte mil millones. Es nuestra principal actividad y lo que nos da de comer. Por eso es tan complicado entender qué tipo de trastorno padecen quienes se lo quieren cargar. El problema es que nuestra segunda actividad de éxito es la mendicidad. Nos dedicamos a poner la mano para conseguir inversiones y ayudas de España y la Unión Europea. Y los datos demuestran que no creamos la suficiente riqueza. Que la renta de las familias canarias se ha desplomado. Que nuestro PIB por cápita es el segundo más bajo del Estado. Que tenemos un estado de bienestar que funciona de prestado y que es insostenible.

A estas alturas, los médicos deberían estar discutiendo cómo tratar una infección que les está matando al paciente. Pero los políticos, las patronales y los sindicatos están como si esto no fuera con ellos. Nadie está planteando modificar una fiscalidad que no sirve para la prosperidad. Ni transformar una oronda administración pública que no funciona. Pasan los días, los meses y los años y seguimos empobreciéndonos, perdiendo velocidad y alejándonos de Europa y del nivel de vida de nuestros conciudadanos.

Dentro de poco saldrá una noticia diciendo que nuestra economía crecerá este año por encima de la media española. Que vamos viento en popa. Que los inversores se pelean por instalar en las islas una base de lanzamiento de cohetes espaciales, Disneylandia y la sede mundial de Apple. Seguiremos haciendo eso que tan bien se nos da: hacer como que no pasa nada.

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