Opinión | Retiro lo escrito

El Ministerio como mito

Angel Víctor Torres junto al presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, en la tribuna del Congreso

Angel Víctor Torres junto al presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, en la tribuna del Congreso / Eduardo Parra/ Europa Press

Hoy sábado o tal vez mañana domingo se conocerá el nuevo gabinete de Pedro Sánchez, ungido por todos aquellos que no se equivocaron al votar, como esa derecha reaccionaria, pepera y cascabelera. Seguro que el amable lector conoce los nombres y hasta el estilo del inminente Gobierno, porque los periódicos próximos a Sánchez ya nos lo han contado: viene un equipo nuevo para – quien lo diría –enfrentarse con el PP en ese interminable combate entre el Bien y el Mal que define el concepto apocalíptico de la política que el sanchismo ha elevado a cultura de partido, a relato institucionalizado, a incansable regüeldo victimista. El presidente es un valiente porque – lo vimos en la segunda jornada de la investidura – se ríe a carcajadas de las artimañas del Demonio y sus meigas en la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados. Se rompió el pecho a carcajadas, el presidente, pero despreocúpense: su esternón tan duro como su cara. No puedo mejorar la frase de Ignacio Peyró: es muy difícil competir con un PSOE que ha sabido convertirse en una atmósfera moral. Y más que moral, moralista. El oxígeno, por supuesto, lo proporciona la extrema derecha, que dios se lo pague. De toda la hojarasca del día, que incluyó la incorporación simiesca de Ortega Smith a la escandalera nocturna frente a Ferraz, lo mejor, sin duda, es la negativa de Nacho Álvarez a ser ministro siguiendo la envenenada invitación de Yolanda Díaz. Un gesto de dignidad política, ahora mismo, excepcional.

Aquí, en las ínsulas baratarias, no para de hablarse de Ángel Víctor Torres como ministro como una noticia de interés estremecedor. Pues no lo parece. Sánchez ya ha tenido durante muchos meses un ministro canario, Héctor Gómez, al que en la Villa y Corte algunos llaman el Vasito de Agua, porque es incoloro, inodoro e insípido. Antes estuvo por ahí Carolina Darias sobreviviendo al coronavirus, como ahora sobrevive al ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, otra infección. Si finalmente, como con tanto ardor desea, Torres es designado ministro, no sería ni siquiera el primer ministro socialista nacido en Arucas que se sentara en el Consejo. Luis Carlos Croissier, el primer presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y del INI y ministro de Industria y Energía entre 1986 y 1988, nació en Arucas también, aunque en 1950. Pero muy pocos lo recuerdan. En general a los ministros, al cabo de muy poco tiempo, no los recuerda nadie, aunque ellos mismos no se lo crean. Pero no son responsable de que la gente – incluyendo generosamente entre la gente a los periodistas – tenga una idea errónea del Ministerio como una plataforma milagrosa desde la que el titular puede ayudar eficazmente a sus connaturales. En una época mucho más opaca León y Castillo, que fue ministro de Ultramar y de Gobernación en dos breves periodos de tiempo, reconocía que pudo mangonear más y mejor a favor de Gran Canaria como embajador en París, porque después de conseguir el puerto de La Luz o el faro de Maspalomas ya no le dejaban de escrutar severamente los diputados y gobernadores de otras provincias. Al cabo de más de un siglo la situación es todavía más dura. Nadie está dispuesto a soportar que un ministro se dedique a favorecer a su circunscripción electoral. Un ministro recibe presiones mucho mayores que un presidente del Gobierno autónomo, presiones en un lenguaje cuya gramática no se aprende enseguida, y nada más sentarse en su mullido despacho el excelentísimo señor descubre los límites operativos de su grandioso poder.

Queda el consuelo de considerar el ministerio como una rampa de lanzamiento que consolide o impulse una carrera política. Esta parte del mito ministerial tampoco suele funcionar porque en cuanto te vas al Ministerio los brutos y brutas que antes se maravillaban ante tu estatura carismática y te consideraban su padre ahora se obsesionan con la integridad de tu yugular. Yo anhelo que Torres sea ministro, pero no por razones políticas, sino literarias. El parricidio es un tema apasionante.

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