Opinión | El recorte

La embestidura

Concentración en el Congreso de los Diputados contra la investidura de Pedro Sánchez.

Concentración en el Congreso de los Diputados contra la investidura de Pedro Sánchez. / José Luis Roca

Ayer celebró sesión el Congreso de los Diputados de España, País Vasco y Cataluña para que las derechas e izquierdas se dieran de hostias, acusándose mutuamente de todas las miserias morales del mundo conocido. Esta vez no fue la extrema izquierda la que llamó a rodear el edificio del Parlamento, sino la ultraderecha, que no tiene experiencia en eso del activismo callejero porque lo suyo siempre fueron sido los golpes de estado. Nunca es tarde para aprender, aunque convocaron a poca gente. Tan poca que Santiago Abascal terminó marchándose de la sesión parlamentaria, con los suyos, para sumarse a la protesta. Entre todos pasaban de una docena y media, según Televisión Española.

Lo peor de las obras de teatro que se repiten es que todo el mundo se conoce el argumento. Y en la representación de ayer no hubo emoción. Cuando salió el torero, ese tipo alto y sonriente que ayer fue embestido y mañana será investido, el toro de España estaba ya más que picado y sangrando por las banderillas de castigo. No hay nada mejor que tener una buena cuadrilla que te prepare el bicho.

Pedro Sánchez, vestido de luces largas, se pasó el día diciendo que todo lo que está haciendo es por el bien de todos, aunque medio país piense lo contrario. El líder de la oposición, Núñez Feijóo lo llamó de todo menos bonito. La ultraderecha fue a lo suyo, a lo de Santiago y Cierra España, como el capitán Trueno luchando contra los malvados sarracenos. Y la extrema izquierda, que nunca se acuerda de que su modelo de sociedad ha sido una ruina allí donde se ha implantado, se encargó de demostrar que Sánchez es un tipo moderado y que ellos son los verdaderamente progresistas.

Los diputados del futuro Estado catalán también fueron a lo suyo. Que si la derecha hace política con los jueces, para ganar en los tribunales lo que pierden en las urnas. Que por eso les han perseguido y les han metido, a algunos, en la cárcel. Y a Pedro Sánchez, de diferentes formas, le repitieron que se ande con ojo. Que no se las juegue y que cumpla los acuerdos, porque lo van a estar vigilando muy en corto. ¡Uy qué miedo! Con sus palabras escribieron el próximo capítulo de la novela: cerrada la amnistía, llega la hora del referéndum.

La única novedad de ayer no estuvo en el Congreso, sino fuera, en boca de Pablo Iglesias, que se fue sin irse del todo, como la momia de Lenin, adelantando que Podemos va a romper con Sumar. Y es que Montero y Belarra no soportan a Yolanda Díaz y viceversa. La unidad de la izquierda, ya saben.

Por lo demás el siniestro y su cuadrilla estuvieron sobrados. Una faena de compromiso con un morlaco que echaba espuma por los belfos, de puro cabreo que se le salía por los cuernos. Hoy, estocada y descabello. La embestidura de un nuevo presidente que no ganó las elecciones, pero sumó la mayoría. Pero tranquilos todos, que ha prometido que no habrá independencia catalana y que España no se rompe. ¡Palabra de dios, te alabamos señor!

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