Opinión | El recorte
Las trampas del poder

Inicio del desmantelamiento de la Refinería de Santa Cruz.
Como viene siendo habitual –¡oh, qué sorpresa, aquí se juega– los beneficios anuales de la banca y las eléctricas vuelven a ser enormes. Se publican en la prensa y la gente se calienta como un mono. Y es que somos muy tontos. El desgobierno progresista presumió hace un año de los impuestos extraordinarios que les iba a cascar a estos grandes y poderosos grupos porque nada viste más que meterse con los ricos. Por eso lanzan siempre ese infalible hueso para que nos dejemos en él los dientes.
Nadie escuchó a quienes dijeron que esos impuestos los pagarían los clientes y consumidores. ¿Ustedes me suben los impuestos? Pues bien, yo subo los costos, las comisiones y las facturas. Y asunto resuelto. Cada vuelta del tornillo fiscal para estas empresas solo son una vuelta de tuerca a nuestros propios cogotes.
Es el Gobierno el que nos obliga a tener una cuenta bancaria que poder embargar dado el caso. Es el gobierno el que está impulsando, sin respaldo democrático, la desaparición del dinero en efectivo, para que funcionemos con las tarjetas de crédito de los bancos y la pasta virtual. Son los gobiernos los que nos convierten en esclavos de esas entidades bancarias, que utilizan para tenernos bien estabulados y controlados. Y cuando presumen de que están apretándoles el bolsillo en realidad nos están ahorcando a todos.
Dentro de poco tiempo, las ciudades de más de cincuenta mil habitantes, acotarán un perímetro llamado Zona de Bajas Emisiones donde no podrán circular los coches contaminantes. O sea, casi todos. El sistema prevé compres obligatoriamente una etiqueta para colocar en el parabrisas: te van a marcar, como al ganado. Y se instalará un sistema de cámaras –en Londres las reventaron a pedradas– y un software que leerá las matrículas de los vehículos y levantará sanciones automáticas a quienes estén circulando indebidamente por el recinto protegido. ¿Quién se puede oponer a algo que pretende salvar el medio ambiente? ¿Quién va a discutir que salvemos el planeta, las foquitas y los osos polares aunque sea en la Macarronesia guanche?
Durante décadas Santa Cruz tuvo una refinería que expulsaba densos chorros de humo a la atmósfera. Pero los gobernantes nos dijeron que teníamos una atmósfera salutífera. Un aire perfecto al que no afecta el humo de las chimeneas de los grandes barcos que atracan en nuestros puertos o los camiones que transportan mercancías.
Ahora resulta que nuestros coches envenenan la atmósfera. Y mientras se preparan para asaltarnos el bolsillo a base de multas para combatir el cambio climático, ellos, o sea el poder, seguirá permitiendo quemar fueles hediondos en las grandes centrales térmicas que podrían haber estado utilizando gas natural desde hace ya muchos años. Y preparan la instalación de cinco o seis grandes grupos generadores de electricidad que también quemarán fueles. Ya verán que los grupos no tendrán etiquetas.
En realidad, la lucha contra el cambio climático es otra coartada para asaltarnos el bolsillo con nuevos impuestos verdes. Seguiremos contaminando igual. Pero pagaremos más.
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