Opinión | A babor
Responsabilidad compartida

Manuel Domínguez, vicepresidente y consejero de Economía, Industria y Comercio. / Andrés Gutiérrez
Manuel Domínguez, vicepresidente del Gobierno y consejero de Economía, Industria y Comercio, volvió a referirse a su preferencia por el gas sobre el fuel, como elemento sobre el que basar la transición energética hacia energías como el hidrógeno verde o las renovables.
La propuesta de Domínguez cuenta con apoyos en el mundo de la política y la empresa en Tenerife, pero con la oposición cerrada del presidente del Cabildo de Gran Canaria. Es inexplicable que el deseo de enfrentarse al cambio climático reduciendo la generación de CO2 –la única opción viable para frenarlo– se paralice ante la oposición de los sectores más beligerantemente ecologistas, cuando se plantea la sustitución del fuel por gas, menos perjudicial y menos contaminante. Es un despropósito que tiene que ver con lo absurdo de la política maximalista del todo o nada: en la mayoría de las centrales de generación eléctrica españolas, el combustible utilizado es el gas, y si el uso del gas no se implantó hace más de treinta años en Canarias, fue porque para disponer de gas era necesario contar con plantas de regasificación en las islas, que no estaban en ese momento creadas. Fue la oposición a esas plantas, manifestada por los sectores ecologistas y por la izquierda más radicalizada, la que ha bloqueado el cambio del fuel al gas natural durante más de tres décadas, provocando que Canarias se haya convertido en una de las regiones más contaminantes del país, en razón a su población. Y también que el mix energético de las islas dependa casi en exclusiva del petróleo.
En los últimos cinco años, en Tenerife apenas el 19 por ciento de la energía que se consume en la isla procede de fuentes renovables, fundamentalmente eólica y en menor medida solar. El resto, hasta el 81 por ciento, se produce quemando fuel. En el mismo período, Gran Canaria ha producido un 24 por ciento de su energía de fuentes renovables, con un modelo parecido al de Tenerife, pero con mayor peso de las renovables, aunque el fuel sigue representando el 76 por ciento de la producción. El sistema de Lanzarote-Fuerteventura, unido por cable, sólo logra generar un 15 por ciento renovable, La Palma un ocho, La Gomera ¡¡¡el cero por ciento!!!, y el único caso de sistema equilibrado es El Hierrro, gracias a los aerogeneradores y el almacenamiento hidráulico en Gorona del Viento, con una generación renovable que supera el 50 por ciento de la producción. Todo un éxito, al menos desde el punto de vista de la propaganda, porque el coste de inversión y mantenimiento de Gorona es sin duda excesivo para su capacidad real de producción. Además, es rotundamente falso que El Hierro sea energéticamente autosuficiente, o no contamine: la mitad de su energía se produce también quemando petróleo.
Uno se pregunta si con esa situación, es razonable mantener el bloqueo al uso del gas natural, por un recurrente capricho ideológico del presidente grancanario, Antonio Morales, al que acabó sumándose Nueva Canarias, y –durante la etapa de Ángel Víctor Torres– también el PSOE. Es cierto que el gas también es un combustible de origen fósil, a pesar de la hipócrita declaración de Bruselas, que ha definido la energía eléctrica producida por gas o por fisión nuclear como energía verde. No lo es, ni la combustión del gas es lo deseable, ni tampoco el uso de lo nuclear, pero ambas opciones parecen más razonables que seguir quemando carbón o petróleo para producir electricidad. El gas genera menos emisiones de azufre y de CO2 y lo nuclear no produce gases de efecto invernadero, ni acelera el calentamiento del planeta, aunque es una energía que comporta riesgos estructurales relacionados con los residuos radiactivos.
El hecho es que Canarias es hoy la única región española en la que se quema petróleo, en formato de fuel-oil, para producir energía. Domínguez ha intentado endosar la responsabilidad de que sea así en el anterior gobierno, y sin duda tanto Torres como su consejero Valbuena son responsables de haberse opuesto al gas para mantener en el redil a Morales. Pero en Canarias ha gobernado durante muchísimos años Coalición –a veces con el PSOE, a veces con el PP–, y nunca acometió el cambio de las centrales al gas, un cambio con muy escasa inversión, que nos habría ahorrado miles de toneladas de CO2 liberadas a la atmósfera en los últimos 30 años. Puede acusarse a Morales de defender desde el ecologismo una postura irracional y antiecológica, pero Morales no es el único responsable de esta situación, sino la cultura del todo o todo lo contrario que cada vez más define la política en este país. Antes nos decían que el gas retrasaría la implantación de las renovables, y ahora –con el hidrógeno verde a las puertas– que es innecesario hacer el cambio. Pero el hidrógeno puede tardar otra década, o más. Reabramos el debate sobre el gas, dejemos los relatos políticos a un lado, y esta vez centrémonos en lo que conviene al planeta (y también a nuestros bolsillos).
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