Opinión | A babor
Alternativas

Felipe González / EUROPA PRESS
La Fundación Alternativas es una entidad sin ánimo de lucro muy vinculada a la izquierda española, desde su fundación hace un cuarto de siglo. En su patronato se encuentran políticos como Felipe González, Javier Solana y José María Maravall, todos socialistas del PSOE de antes, o gentes como Nicolás Sartorius o Paquita Sauquillo, que tuvieron un papel determinante en la conversión socialdemócrata de la izquierda comunista durante el felipismo. El vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas es Diego López Garrido, que fuera portavoz parlamentario del PSOE entre 2006 y 2008. Como organización, se han posicionado siempre como una entidad que pretende ser un cauce de reflexión progresista, que busca soluciones a los grandes desafíos de la sociedad española. Sus informes no son sectarios, ni responden a intereses de partido, aunque jamás ocultan la interpretación ideológica, situada casi siempre en la órbita de esa izquierda moderada que representaba el PSOE hace algunos años.
Alternativas publicó hace pocos días un notable informe sobre la calidad de la democracia española, en el que se asegura que el pasado año el país logró su mejor nota desde el año 2007. El informe incorpora la opinión de más de 300 expertos españoles e internacionales, que califican nuestra democracia con un 6,4, una cifra que en un examen de grado sería considerada un Bien pelado. La nota es, empero, un par de décimas superior a la obtenida en 2021, especialmente por lo que el propio informe denomina «la suavización del conflicto catalán». El Informe Democracia en España 2022 considera importante el enfriamiento del conflicto catalán, producido tras la salida del partido de Puigdemont del Govern. Por el contrario, se hace referencia al empeoramiento de la confrontación entre el poder del Gobierno central y el de las autonomías, fruto de la creciente tensión entre las regiones gobernadas por el PP y el Gobierno de Sánchez. Resulta llamativo que se incluya en el informe relativo al 2022 un acontecimiento que comienza a producirse a partir de mediados de 2023, pero es comprensible: es difícil juzgar lo que ocurre en el país que vivimos descontextualizando ese juicio de la realidad más inmediata, la más cercana al tiempo en que hacemos nuestra valoración.
En el estudio se resalta que entre 2021 y 2022 mejoraron notablemente aspectos relacionados con el problema catalán: un mayor acuerdo sobre las fronteras del territorio nacional; la convivencia entre regiones del país; y una mayor protección de la libertad de expresión. Los expertos que han participado en el informe no se ponen de acuerdo sobre la conveniencia de celebrar o no referéndums sobre la autodeterminación en Cataluña, el País Vasco y Galicia, pero la mayoría sí son partidarios de una reforma de la Constitución del 78 que incluya modificaciones descentralizadoras en la organización territorial del Estado.
En realidad, se trata de un informe que demuestra el cambio operado en la izquierda española, la misma que protagonizó la Transición, y logró incorporar al diseño constitucional las reivindicaciones autonomistas surgidas en los últimos años de la dictadura. La evidencia de un empate entre partidarios y contrarios a la celebración de consultas populares que puedan abrir la puerta a la secesión de los territorios más ricos es ya de por sí significativa. La izquierda española tradicional –cuyas ideas representa la Fundación Alternativas– siempre fue, en cuestiones territoriales, más jacobina y centralista que las propias derechas. Ha sido en los últimos treinta años cuando se ha producido el cambio sustancial del que fuera uno de los paradigmas de la izquierda clásica. Ese cambio es fruto –precisamente– de la estructura y la ideología del nuevo Estado surgido de la Constitución del 78, un Estado donde el rol de las regiones y su poder y capacidad de influencia en la administración pública y la gestión de los asuntos ciudadanos ha sido muy superior al del Estado central. El vínculo práctico de la izquierda con una concepción de la política más orgánica, muy pegada al proceso electoral y a la representación, ha creado una clase dirigente formada en lo local y más implicada en lo territorial que en lo ideológico. Hoy, la izquierda no considera el internacionalismo o la clase como elementos diferenciadores de la acción de las derechas, sino como antiguallas sin interés en el debate público.
El informe de la Fundación Alternativas lo que de verdad demuestra es que la izquierda de hoy se ha territorializado y es cada vez más nacionalista. Y la que no lo es, está dispuesta a serlo, si de lo que se trata es de seguir gobernando.
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