Opinión
Maite F. Valderas
Álvaro Prieto López. Tú, siempre en mí

Imagen oficial, con su equipación del Juvenil del Córdoba CF, de Álvaro Prieto / CÓRDOBA CF
Qué luz tan especial tienen nuestros hijos a los 18 años, qué tristeza nos invade cuando sentimos que pueden irse de nuestras vidas. Qué pena tan enorme hemos sentido por Álvaro; muchas conexiones y personas me unen a él. Ojalá hubiera podido estar cerca, ojalá alguien hubiera deseado ayudarlo, protegerlo y orientarlo como lo que era, un niño; así vemos a nuestros hijos toda la vida, como nuestros queridos niños. Un niño que pierde un tren fuera de su hogar, busca alternativas para regresar a casa, no las encuentra y fallece; fríamente, es de locos.
La ausencia de compasión y orientación acompañó y provocó un desenlace que debería de haberse evitado. Sé que hay personas que sienten y comparten la forma de actuar del personal implicado; ese desapego expresado en una ausencia de deseo real de ayuda. Me cuesta mucho esfuerzo entender ese sentimiento, porque pienso que todos hemos sido Álvaro. Mi hijo, es Álvaro; yo, fui Álvaro; y ahora que me lees, si lo piensas, en algún momento de tu vida tú también fuiste Álvaro. La ansiedad por volver a casa, el cansancio y no sentirnos vulnerables puede generarnos una valoración reducida ante el riesgo, nuestro sentido crítico disminuye; por ello la presencia de otra persona que nos aporte razón reduce nuestro riesgo personal, aspecto que en esta ocasión no estuvo presente.
No deberíamos ni juzgar, ni desentendernos de lo que ha ocurrido, ni a nivel personal, ni a nivel político, básicamente, porque hay elementos de unos servicios públicos que forman el hilo conductor de este desenlace. Sin entrar en las contradicciones de los detalles de la investigación, pareciera que estamos inmersos en una película que nunca elegiríamos ver. Los que frecuentamos la estación de Santa Justa y tenemos a nuestros hijos estudiando en Sevilla y haciendo frecuentes desplazamientos en tren sabemos la clase de atención que reciben, el trato y el desentendimiento que se sufre, y lo afirmo desde mi experiencia personal. ¿Qué criterios se siguen para la valoración y la preparación de las personas que atienden al cliente?, ¿alguien les ha explicado a los vigilantes de seguridad que su función principal, sean públicos o privados, es la protección de las personas, porque es lo más valioso?, ¿actúan así, anteponiendo la protección de las vidas a todo lo demás? Me he preguntado en muchísimas ocasiones cómo no pasaba nunca nada; Adif es responsable de la manifiesta facilidad con la que se puede acceder libremente a las vías de un tren de alta velocidad, pero pareciera que nada importase; me ha sorprendido la ausencia de manifestación o expresión a nivel político, salvo contados casos. Y me sorprende porque nada más y nada menos que los corresponsables son todos servicios públicos.
Hay sistemas para salvar vidas, para proteger, para cuidar, para atender, para ser capaces no solo de ponerse en el lugar de una persona, sino para querer mejorar su situación, sus vidas; y si no puedes darle protección, pide ayuda; porque el objetivo de un servicio público es proteger y orientar, no desentenderse. La seguridad de una estación está para garantizar la vida, no para generar soledad y caos a un niño, no pueden desentenderse de una persona perdida, fuera de su ciudad, es que se me parte el alma pensando en él. Cada vez más, practicamos en los Servicios Públicos la externalización, y corremos el riesgo de perder el control de los propios objetivos y servicios; es el reflejo de numerosos servicios municipales y gubernamentales actualmente; por ello hay varias corrientes que apuestan por ese concepto de «recuperar el poder de los servicios públicos», esa ReMunicipalización que frene las continuas concesiones a terceros.
Solo pienso en la soledad que Álvaro pudo sentir, en su indefensión, en su sentimiento de culpa, en sus miedos, en el exceso de responsabilidad que, sin pretenderlo, interiorizamos las personas, en la presión, en las oportunidades que perdieron otras personas para poder cambiar ese destino. Es muy triste la gestión del servicio y difícil de entender las declaraciones de Renfe en sus Redes Sociales hablando de lo sucedido, con una frialdad que genera dolor y hasta psicológicamente reprochable; los que estamos trabajando en comunicación política nos sorprendemos ante declaraciones como esta. Desde mi punto de vista habrá que hacer no solo una reflexión, sino un planteamiento serio de lo que queremos; tanto, tanto por cambiar, por recuperar la visión real de lo importante, y de luchar porque la percepción no sea capaz de matar tanta realidad. Uno de los mejores profesores de comunicación de la Universidad Loyola en Sevilla, ante el aturdimiento y tristeza de sus alumnos, les dirigió unas palabras llenas de amor: «No puede ser que, por el deseo de cumplir con las expectativas, el deseo de no fallar, lo arriesguemos absolutamente todo. Vosotros, los jóvenes, vivís en la sociedad del estrés y en la de la obligatoriedad constante …»
etikpolitica.es @etikmaite
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