Opinión | EL RECORTE

La del pulpo

El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá

El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá

En este país, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) no se presenta a las elecciones. No pastelea con la gente. Y no tiene que caer simpática para garantizar su existencia. Así que, de vez en cuando, alguno de sus técnicos más cualificados suele decir algo extremadamente desagradable que luego resulta ser jodidamente cierto.

Esta vez ha sido la directora de análisis económicos, Esther Gordo, la que ha dicho que estamos en un momento «crítico» porque confluyen tres circunstancias muy complicadas: estamos saliendo de la crisis con unos niveles de deuda altísimos, ya no podremos contar con la ayuda del Banco Central Europeo y, sobre todo y más importante, la inflación que ha impulsado los ingresos públicos empieza a moderarse, lo que producirá un enfriamiento de la recaudación.

Como las desgracias nunca vienen solas, a partir de este año, con la subida de los tipos de interés, el costo de la deuda se va a disparatar. Al Estado español le va a suceder justo lo que les ha pasado a las familias con el precio de las hipotecas. En solo un par de años podríamos tener que pagar por encima de los cuarenta mil millones de euros de intereses cada año. Es mucho dinero. Y si a esta cifra se le suma el aumento del costo de las pensiones, que anda ya por más de ciento setenta mil millones, el pelo se pone como escarpias. Sobre todo porque a lo largo de los próximos años empezarán a caer desde las alturas de la pirámide de población una lluvia de nuevos jubilados: los españoles del baby boom. Para mantener el barco a flote el ministro Escrivá ha ideado para ellos un plan de incentivos económicos a cambio de que sigan alargando su vida laboral. Si no funciona, vamos aviados.

Con unos gastos que van a aumentar y con dificultades para conseguir ingresos por la vía de las emisiones del Tesoro (porque cada vez habrá que pagar más intereses para que los mercados te compren los bonos) al Estado solo le va a quedar un camino: los impuestos. Una vía que los tipos de negro de la Unión Europea ya les están señalando a los españoles con un gran letrero luminoso que pone: «suban el IVA». O sea, los impuestos al consumo. Es decir, el costo de la vida. Malo, malo, malo.

El próximo año, además, empezarán las medidas de control del déficit público: el regreso a la temida «disciplina fiscal». Conociendo a la clase política española no hay ni que pensar en un recorte de los gastos de estructura del Estado de su bienestar. Tal vez sirva para congelar el proceso desbocado de contrataciones públicas de primos, cuñados y demás familiares. Pero poco más. El único camino que tienen para mantener los chiringuitos varios lleva al bolsillo de todos los trabajadores, autónomos y empresas de este país donde el verbo sacrificio siempre se conjuga en tercera persona. Lo que nos dicen los expertos, en voz baja, es que nos va a caer la del pulpo. Otra vez.

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