Opinión | Retiro lo escrito

Con los judíos, con los palestinos

Israeli military tries to strengthen borders with Gaza as battle enters third day

Israeli military tries to strengthen borders with Gaza as battle enters third day / ATEF SAFADI

En estos días terribles, mientras arde una guerra que podría escalar hasta el delirio, he recordado el caso de Jean Paul Sartre y su vinculación con los judíos y los palestinos. Sartre tiene un libro que, contra muchos de los suyos, conserva mucha de su vigencia, Reflexiones sobre la cuestión judía, escrito pocas semanas antes o después de la liberación de París. Durante toda su vida Sartre apoyó la legitimidad del Estado de Israel e intentó conciliarla con la defensa de los derechos humanos – y de vivir libremente en su propio país – de los palestinos. Fue inútil, por supuesto. Fue realmente impresionante lo que ocurrió cuando quiso apoyar al amenazado y finalmente agredido –Israel– en vísperas de la Guerra de los Seis Días. En Argelia, en Egipto y en otros países árabes ardieron libros suyos en hogueras alimentadas por estudiantes furiosos. Luego Sartre – que tenía rasgos de una coquetería criminal – llegó a justificar hasta la matanza de atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de 1972. ¿Por qué? Escuchen su primera razón: «los atletas judíos participantes tenían formación militar». La segunda: «el terrorismo está justificado si se opone a un terror estructura». Aun así –es pasmoso– el viejo filósofo recibe en 1976 el doctorado honoris causa de la Universidad Hebrea de Jerusalén aunque, haciendo gala de su infinita petulancia, advierte en su discurso frente al rector y los catedráticos que también hubiera aceptado el título si se lo hubiera concedido la Universidad de El Cairo. Por cierto, nunca se lo dio.

Cito a Sartre como espejo de las actitudes confusas –buenismo, postureo, izquierdismo, antiyanquismo, anticolonialismo, invocación y condena del derecho de autodeterminación– que en Europa, y en especial entre políticos, periodistas, profesores e intelectuales tienen hacia el conflicto del próximo oriente en general e Israel en particular. La accidentada reacción pública frente a las ambigüedades sastreanas también es interesante. En 1967 no existía la franja de Gaza tal y como hoy la conocemos, pero los palestinos, y el resto de pueblos árabes, censuraron duramente a Sartre y a todo aquel que no estaba de acuerdo en echar a los judíos al mar a balazos y liquidar a sangre y fuego el Estado de Israel.

La ambigüedad de Sartre procedía de la dificultad de entender un proceso histórico de excepcional complejidad sobre una agonía secular, del empeño en interpretarlo con cuatro líneas de ideología mal rumiada. Acabo de leer a una pobre necia afirmar que «la ocupación israelí comenzó cuando Hamás no existía». Se refiere nada menos que a los años cuarenta, porque para esta indocumentada el Estado israelita es una ficción, una manera de putear a los árabes, una oficina de la CIA rodeada de desierto. Es un milagro –que ha costado muchas vidas y que no está exento de villanías precisamente– que siga existiendo Israel. Para sus vecinos árabes, hasta anteayer mismo, los judíos debían ser programáticamente exterminados. Que a millones de personas no le entre en la cabeza esta evidencia clamada durante sesenta años solo se explica por miopía política o paridista. En ningún combate en el que te juegas la supervivencia física y cultural puede distinguirse entre ángeles y demonios. Los judíos están siendo atacados no por el ejército de un pueblo oprimido, sino por una organización terrorista que ha asesinado brutalmente a cientos de civiles desarmados, a la mayoría, en sus propias casas. Las brutalidades de los gobiernos de Tel Avi en la franja de Gaza no justifican esta fiesta de muerte, dolor y destrucción. Obviamente es una operación con apoyo financiero y logístico en el extranjero y llevará a las autoridades israelitas –alianza de derechistas, ultraderechistas y ultra ortodoxos que llevan años intentando desmantelar la democracia en el país– a una reacción salvaje y horripilante contra todos y cada uno de los palestinos. Pero Israel no es Benjamin Netanyahu y su cuadrilla ni Hamas es Palestina. Es deber siempre es estar con las víctimas, judíos y palestinos, y en cada ocasión, señalar al responsable de las atrocidades. Es Israel quien ha sido agredido, no debemos olvidarlo. Pero son cientos los judíos y palestinos asesinados: si lo olvidamos cualquier llamado a la paz y la justicia estará podrido por dentro.

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