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Poco nos pasa

Los desalojados por la reactivación del incendio de Tenerife regresan a sus casas

Los desalojados por la reactivación del incendio de Tenerife regresan a sus casas / María Pisaca

Ya nos estamos haciendo una idea en las islas de la materialidad de la frase del secretario general de la ONU, Antonio Guterres: «Hemos pasado de la era del calentamiento global a la era de la ebullición planetaria». Ahora se ha reactivado el fuego en una zona destacada del incendio que asoló Tenerife el pasado agosto, pero si tienen interés en el infierno en el que estamos metidos a nivel global pueden consultar la página geamap.com/es/incendios para apreciar el colapso de grandes y pequeñas zonas forestales de África, un continente cuyo corazón verde lleva ardiendo lustros. Aunque parezca una broma macabra, es la manera en la que los africanos participan en emisiones de gases dañinos en la atmósfera y, por tanto, en el aumento de temperaturas. En el año 2021 los incendios africanos –decenas y decenas de miles de hectáreas cada día y bajo tierra un fuego que se resguarda y que vuelve a la superficie cuando puede– representaron el 14% de las emisiones globales de CO2 procedentes de la quema de combustibles fósiles. En menos diez años han ardido –a veces siguen ardiendo– cerca de cinco millones de kilómetros cuadrados. Una superficie equivalente a diez Españas. En Australia, en América, en el Sur de Europa, los incendios son más devastadores, fulminantes y largos que nunca. Esto no es sino un aspecto del periodo de ebullición en el que estamos entrando y que proyecta además una circunstancia particularmente preocupante: no sabemos lo que va a ocurrir. Se están cumpliendo las peores previsiones y lo que se llamó lucha contra el cambio climático está fracasando. En muchos aspectos decisivos ya no cabe la marcha atrás. La temperatura del agua, en la zona marítima de Canarias, se está incrementando desde hace tiempo y actualmente se encuentra entre 2,5 y 3 grados superior a las de hace veinte, veinticinco años. Quizás deberían desarrollarse más rápida y enérgicamente las estrategias de adaptación y defensa personal y socialmente. Mantener –sometida a evaluación y corrección– la estrategia de lucha contra el cambio climático centrada en la descarbonización, pero admitir que no podremos evadirnos de los efectos dañinos de la era de la ebullición durante varias generaciones, y actuar en consecuencia. Lo primero: garantizar el consumo de agua y gestionar la disponible más eficiente y eficazmente, evitando el derroche pero, ¿cómo hacerlo con hoteles de cuatro y cinco estrellas y quince millones de turistas al año que nos visitan, precisamente, para derrochar?

Subimos ahora a la barca de Caronte por avaricia, por estupidez, por obcecación ventajista. Nadie está dispuesto a sacrificar su crecimiento económico nacional o regional ni su bienestar doméstico. Para detener lo que se nos viene encima no basta con distribuir tu basura en los recipientes adecuados. Se me antoja enternecedora nuestra preocupación por sustituir nuestros fotingos contaminantes por coches eléctricos: solo el aeropuerto Reina Sofía, al sur de Tenerife, registra unas 90.000 operaciones –despegues y aterrizajes– al año. Los que sostienen nuestra economía contaminan lo suyo para venir aquí a hacer turismo (los vuelos aeronáuticos son significativamente contaminantes a partir de trayectos de más de 1.500 kilómetros) pero chitón, prohibido el derrotismo. Esta combinación entre propaganda, correctas intenciones y buenismo militante tiene un efecto más anestesiante que concienciador. Pero cuando en semejante horizonte, en medio de la peor ola de calor sufrida en Canarias como recordatorio de la crisis climática que se avecina a toda velocidad, el alcalde de una de las principales ciudades del país anuncia que va a incrementar más aún las luces eléctricas en calles y plazas de sus municipios, compitiendo con otro alcalde zumbado que hace el imbécil en Galicia, ya se queda uno sin una palabra donde agarrarse que no le lleve a un juzgado. Si esto lo paga la empresa de luminotecnia contratada por el ayuntamiento, dedica esa pasta a otra cosa y ofrece algo de pedagogía institucional en materia de consumo eléctrico. Es lo menos que se te puede pedir. ¿En manos de quién estamos? ¿De qué academia de salsa y reguetón ha salido este individuo? ¿No tiene nadie al lado que evite este bochorno escandaloso, esta grosera bobaliconería?

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