Opinión | Retiro lo escrito
El voto abrumado de CC

Pedro Sanchez y Alberto Nuñez Feijóo, en el Palacio de la Moncloa, en una imagen de archivo. / DAVID CASTRO
Pedro Sánchez quiere cerrar también con Coalición Canaria un pacto de legislatura. Por pactos de legislatura que no sea. El presidente en funciones busca el apoyo a la investidura pero, simultáneamente, cerrar acuerdos para cuatro años de tal manera que cuaje un nuevo bloque parlamentario que le garantice una legislatura lo más larga posible –soñando con llegar al otoño de 2027 nada menos–. Lo necesita porque ¿cómo gobernar y legislar con cierta normalidad sin un Congreso de los Diputados tranquilizado? Pero se trata de un objetivo estratégico tan necesario, en efecto, como imposible. No puedes cerrar seis pactos de legislatura bien articulados con otras tantas fuerzas políticas sin incurrir en dificultades insalvables, contradicciones y agonías presupuestarias, ni siquiera empleando la mejor voluntad, y nadie está seguro de la bondad, buhonera y esquinada, de las ofertas del señor Félix Bolaños. Y eso sin haber citado las palabras amnistía y referéndum.
En CC saben (imagina uno) que en ese gran bloque parlamentario que, de manera involuntariamente cómica, los socialistas llaman «mayoría de progreso» existen socios de primera, de segunda y de tercera. Los resultados electorales del pasado julio convirtieron en socios de primera a Junts per Catalunya –bestia teratológica hasta entonces para los socialistas y para cualquiera dotada con dos dedos de frente, conglomerado puigdemonista que defiende un independentismo supremacista de ruptura mesiánica y clasismo delirante, y que cuenta con apoyos económicos entre bastantes figuras del Círculo de Economía de Barcelona– en un partido respetable, casi socrático, con el que se puede y debe dialogar. Y se pusieron a negociar enseguida en un circo de pulgas de tres pistas: JxC, Esquerra Republicana y los vascos de ahivalahostia. El BNG tiene un diputado, pero no pinta nada, porque no puede votar otra cosa que sí, si quiere parecer nacionalista, pobriño. Están, por tantos, los socios de primera –los independentistas catalanes y vascos, con una tarjeta de platino para JxC–, los socios de segunda –esa cáfila de partidetes bajo el paraguas marypopins de la superfragilisticaespialidosa Yolanda Díaz– y los socios de tercera, que teóricamente sirven para eludir en lo posible futuros sustos o alguna deserción por motivos políticos, ideológicos o médicos. Coalición Canaria entraría en esta categoría.
¿Qué se ofrece básicamente a los socios de tercera? Palabras, por supuesto, solo palabras. Los socialistas transmiten con un punto de languidez a CC que voten la investidura y que antes de un mes, día arriba o abajo, se firmará un pacto de legislatura. Poco más o menos lo que ocurrió con la votación de la Mesa del Congreso: voten primero y negociaremos seriamente después. Lo malo es que después igual no queda gran cosa para negociar, si al incremento de inversiones directas y trasferencias de capital a Cataluña se une una quita sustancial de su deuda pública, por no hablar de las perritas al País Vasco. Contra lo que pueda parecer la situación de CC no es –al menos inicialmente– envidiable, sino llena de peligros para la imagen y el crédito de los nacionalistas canarios entre sus propios votantes. Es perfectamente posible que los asirocados de JxC decidan abstenerse, y en ese caso el voto de Cristina Valido se tornará imprescindible. Y sin un acuerdo que merezca ese nombre, ¿votarán los coalicioneros a favor de un presidente del Gobierno detestado por la mayoría de sus bases? Si no lo hacen pueden ser denunciados por todo el mundo –empezando por el PSOE– como el partido que abocó a España a unas nuevas elecciones generales, una perspectiva que horroriza a los dirigentes de CC. Por lo tanto no se trata tanto de qué conseguir, sino cuándo demandarlo negociadamente, y eso no está en manos de Fernando Clavijo y sus compañeros, sino de Carles Puigdemont y –que los dioses nos asistan– del frenopático conocido como Consell de la República. Gracias a Sánchez de estos payasos enfadados –son como los murgueros del soberanismo catalán– dependemos todos. CC espera en tensión que JxC avale la investidura de Sánchez para imitarles o abstenerse, de modo que se pueda pasar luego a negociar un pacto de legislatura. En el PSOE mantienen enhiesta su pancarta: «lo bueno de esto es lo malo que se está poniendo».
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