Opinión | El recorte
Nada va a cambiar

Infografía de la conexión del litoral de Fonsalía con el puerto proyectado. / EL DÍA
El presidente de la Autoridad Portuaria de la provincia, Pedro Suárez, ha sacado de procesión el puerto de Fonsalía. O mejor dicho, el no puerto. Nada más nombrarlo, diciendo que debería resucitarse el proyecto, ha despertado el mosqueo del frente popular en defensa de la viborina triste y la fula melancólica.
El problema es que el puerto de Los Cristianos hace ya mucho tiempo que está petado. Y es una evidencia aplastante, aunque cerremos los ojos y metamos la cabeza debajo del ala gallinácea, como es tradición en la isla picuda. No es que el puerto se haya quedado pequeño, es que sus accesos son un cuello de botella sin solución. Y lo malo es que se trata de una pieza esencial para las comunicaciones con las Islas Verdes. Las economías de las tres islas de esta provincia han crecido gracias al aumento del tráfico de mercancías y vehículos.
La gran solución que proponen algunos es soterrar varios kilómetros del viario de acceso a la zona portuaria, segregando la circulación urbana, en superficie, de la portuaria, por un túnel. Estupendo ¿verdad? A los pejeverdes que no los toque nadie pero a los vecinos residentes y a los negocios turísticos a lo largo de toda esa parte de Los Cristianos los van a joder bien jodidos durante años de obras, polvo y ruido.
Los Cristianos es una localidad turística que, recuperando el muelle, podría tener una de las mayores playas de la isla y un gigantesco espacio de ocio marítimo. Los políticos de Arona no han tenido ni la visión ni el propósito de luchar por ese proyecto. Y menos ahora, que gobierna una parranda con tres requintos. La actividad portuaria es fundamental para la conexión con las islas, pero el tráfico de mercancías y viajeros le aporta poco al municipio. Menos de lo que daría un uso turístico.
El puerto de Fonsalía es un proyecto que se arrastró por nuestra incompetencia pública a lo largo de casi un cuarto de siglo. Se hicieron nuevos viarios pensando en los futuros tráficos que conectarían con la autopista del Sur. Pero murió antes de nacer. Casi como el puerto de Granadilla, que se parece al superpuerto que nos prometieron como un huevo a una castaña. Esta es la historia reciente de Tenerife. Grandes inversiones que se anuncian tocando las campanas a rebato y que luego acaban con el sonido de un cascabel.
La gran regasificadora del Sur no se instaló porque Antonio Morales, el presidente del Cabildo de Gran Canaria, no quiso el gas. Ni en su isla ni en todas las demás. De paso se quedaba tocada del ala la posibilidad de que Granadilla se convirtiera en proveedor de gas para los tráficos marítimos que operan con Europa. Morales no da puntada sin hilo. Y su muda competencia es simplemente idiota. En fin. Que no cunda el pánico en los sebadales. Fonsalía no va a resucitar. Y no se hará nada en Los Cristianos, como no se ha hecho en Santa Cruz. Seguiremos languideciendo felizmente lánguidos.
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