Lo mejor de la fracasada investidura de Alberto Núñez Feijóo es que ya pasó a la historia y que con ello se da paso a una nueva fase en la que con toda probabilidad lo intentará el líder del PSOE y actual presidente en funciones, Pedro Sánchez, en principio con posibilidades reales de poder formar gobierno y de zanjar este periodo de vacío en el Gobierno de España.
Las tres sesiones parlamentarias de esta semana pasada en las que se ha sustanciado el rechazo del Congreso de los Diputados a que el líder del PP sea presidente han demostrado una vez más la incapacidad de la clase política española para una mínima convivencia civilizada, y para sostener debates serios y rigurosos sobre los grandes problemas del país, y exponer y escuchar con respeto las propuestas sobre el modelo de sociedad y de gestión de lo público por el que cada partido apuesta.
La polarización en bloques antagónicos y la crispación se mantiene, si no crece. Ha sido en ese sentido una continuación del ambiente que ya se vivió la pasada legislatura (y por desgracia de otras anteriores) y de la campaña electoral previa a la jornada del 23-J.
El pecado original de esas lastimosas sesiones de investidura lo constituye seguramente el propio enfoque dado por Feijóo a su candidatura, convirtiendo este proceso sagrado y clave en la vida política e institucional de nuestra democracia en un ejercicio inédito de reivindicación personal como líder de su partido y, de forma paralela, en una especie de moción de censura anticipada a un gobierno que todavía no se ha conformado.
Sabiendo desde el principio que no contaba con los votos necesarios para lograr la confianza de la Cámara baja, la torticera utilización de este proceso para fines ajenos a su función, en la que de alguna manera se ha utilizado al Rey forzándole a designarle candidato pese a la evidencia del fracaso, Feijóo ha convertido su frustrada investidura en un fraude, con el agravante de que se presentó a ella con una previa agitación de las calles contra el supuesto próximo candidato, además de desesperadas llamadas al transfuguismo en el PSOE.
Del otro lado, la incomparecencia de Sánchez para dar réplica al líder del PP en el debate, siendo sustituido por un diputado relativamente desconocido que protagonizó una vitriólica intervención (Oscar Puente), es un gesto de clara falta de respeto institucional que, sin embargo, se entendería desde la óptica del PSOE al interpretar la propia investidura como un acto político de Feijóo ajeno al objetivo para el que se convocaron estas sesiones parlamentarias.
Una vez más, el debate político español se ha centrado en la cuestión territorial o alrededores, en este caso con la intención de Sánchez de desjudicializar el conflicto catalán y dar algún tipo de salida para ello a los encausados independentistas del procés a través esa amnistía que el PSOE está negociando con ERC y Junts.
Más allá del debate sobre si la esta medida de gracia tiene encaje constitucional, Feijóo ha incidido con hiperbólica reiteración en su rechazo a la misma, sacrificando de paso gran parte de lo que se espera en una investidura: un sólido y argumentado programa de gobierno sobre los grandes problemas del país, también el territorial, que ha obviado completamente pese a algunos guiños al PNV con vistas al futuro.
Acabada la no investidura de Feijóo, se abre una nueva fase en la que se abren expectativas sobre la posibilidad de que el nuevo previsible candidato Sánchez asuma como parte de su programa de gobierno el desarrollo de una completa y ambiciosa agenda canaria en los grandes temas de preocupación para el Archipiélago: desarrollo del Estatuto, respeto al REF, incremento de inversiones, políticas migratorias efectivas y consensuadas con Canarias, financiación autonómica, medidas para paliar la crisis hídrica, reconstrucción de La Palma, convenios de infraestructuras, soluciones a la cuestión energética, transferencia de cerca de 800 millones pendientes de los presupuestos de este año…
Esta agenda es la que ha puesto sobre la mesa CC a cambio del voto de su única diputada, Cristina Valido, a quien aspirara a la investidura. La asumió Feijóo desde el principio a sabiendas que poco le comprometía si no alcanzaba La Moncloa (aunque también dice que la defenderá desde la oposición) y obtuvo por ello el apoyo de los nacionalistas canarios en una arriesgada para ellos alianza parlamentaria de facto en el Congreso en la que también aparece Vox. Pero la hora de la verdad sobre el futuro de esa agenda canaria llega a partir de ahora cuando sea el turno de Sánchez, cuyo partido parece estar dispuesto ahora a darle cauce pese a la displicencia con que respondió en un primer momento a CC.
El valor estratégico del voto de Valido, que podría ser determinante para la reelección de Sánchez si se diera el caso de que Junts se abstiene a la misma, obliga a los socialistas a mimar ahora a los nacionalistas canarios para sumarlos a la mayoría de apoyo a un gobierno progresista. Incluso en el caso de que el voto de CC no fuera imprescindible porque Junts sí vota a favor de la investidura, el PSOE y Sánchez quieren tenerlo de su lado porque probablemente le hará falta para muchas votaciones a lo largo de la legislatura, si finalmente echa a andar, ante una aritmética parlamentaria que se vislumbra diabólica para el futuro gobierno.
Ocurre sin embargo que a CC, la única formación del Congreso que a día de hoy puede pactar con el PP y con el PSOE, le surge la duda de si le viene a cuento apoyar una investidura de Sánchez que está asociada a esa amnistía a los encausados del procés que la formación de Fernando Clavijo rechaza tajantemente. Temen que se interprete como una cesión a los independentistas que su electorado podría no aprobar, aunque fuera incluso a cambio de esa agenda canaria con grandes logros para las Islas.
CC asegura que primero valorará en sus órganos el coste de un apoyo a Sánchez que incluya cualquier fórmula de amnistía, siempre en todo caso que previamente tenga la garantía, por escrito y firmada, del desarrollo de esas medidas para las Islas desde el Estado, pero en realidad piensa, y quizá desee, que el PSOE prescindirá de ellos porque tiene asegurado el voto de Junts y puede rentabilizar su escaño en negociaciones a lo largo de la legislatura, librándose así del debate sobre la amnistía. Una medida que quizá se acabe aprobando con o sin el apoyo de Valido a Sánchez. El riesgo está en que un voto contra Sánchez de los nacionalistas canarios conlleve el sacrificio de muchas y evidentes ventajas para el Archipiélago.