Mientas el PIB y el PIB per cápita crecen, aunque éste último de manera moderada e insuficiente, siguen llegando a nuestras manos información relevante, nada halagüeña, sobre un repunte en el precio del petróleo (algunas fuentes hablan de que puede llegar a 100 dólares el barril).
Un misil en la línea de flotación de la recuperación económica, pues afectará a los transportes de mercancías y viajeros, al precio del combustible privado y profesional y mermaría, aún más, la inflación y la disponibilidad de las familias y empresas.
Una nueva vuelta de tuerca del Banco Central Europeo que, lejos de parar la inflación, está abocando a Europa a una estanflación con importantes efectos en el crecimiento y el empleo.
Dos efectos globales que incidirán no solo en España, sino en Europa y concretamente en Reino Unido y Alemania, cuyos efectos de lleno estival en el turismo del Mediterráneo han arrojado una importante bajada del poder adquisitivo de los turistas, a través de sus gastos en destino, que podrán generalizarse en las demás zonas turísticas.
Esta predicción no pretende ser catastrofista, pues partimos de la base que suelen ser temporales y existen mecanismos para afrontarlos mediante la colaboración público-privada, si bien un año de paralización del Estado no es un buen comienzo.
La mayoría de empresarios ya toman medidas y acopio de fondos ante esta incertidumbre. En la Administración pública, asistimos a una falta de ejecución presupuestaria, más allá de gastos y personal, imperdonable.
El compromiso para las próximas legislaturas es la competitividad.
El Foro Económico Mundial evalúa doce pilares para la competitividad que analizan a las instituciones, infraestructura, adopción de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), estabilidad macroeconómica, salud, habilidades, mercados de productos, mercado de trabajo, mercado financiero, tamaño de mercado, dinamismo empresarial y capacidad para innovar.
Mucha tarea y poco tiempo ante una situación que no para de crecer y se hace necesario actuar, más allá de hacer análisis contemplativos que debimos comenzar hace años.
Sin una política competitiva, la globalización nos engullirá y si no mejoramos nuestra capacidad de respuesta, también nos quedaremos sin la posibilidad de beneficiarnos de esos cambios.