El devocionario, culto e imaginería sagrada de izquierdas son de mucha mayor persistencia que en la derecha, más adaptada y resignada a la vida ordinaria y mortal. Las procesiones por el malecón cubano no tienen mucho que envidiar a las sevillanas de semana santa, y las de Pyongyang a las de Málaga, que ganan en número, formación, fe y uniformidad.
De mayor aura (cuasi religiosa) que Allende era el Che, y su foto de muerto en Bolivia era un remedo de la iconografía de Jesús en apolíneo y hippy. El escritor André Gide tras su viaje a la URSS se desencantó por completo de la revolución y no fue el único. George Orwell, Octavio Paz fueron otros. Aun así muchos intelectuales guardaron silencio y siguieron con su apoyo al socialismo real; la defensa del socialismo siempre se ha basado en que sus fines o intenciones últimas eran muy encomiables, un futuro de redención y amor. Entre tanto seguían acometiendo verbenas de sangre caudalosa. Nunca tuvieron importancia los hechos reales, el mundo empírico de los datos, sino la buena voluntad de la intención. Lógicamente en eso estriba la superioridad moral de la izquierda, no en el materialismo de los hechos empíricos sino en la metafísica de la representación subjetiva idealizada.
Se sigue insistiendo en que Salvador Allende intentó una vía democrática-chilena al socialismo. Él siempre se definió como marxista revolucionario. Y cuando desde la Unidad Popular o el MIR le reprochaban que no estuviera haciendo la revolución, él les precisaba que estaban en el proceso revolucionario y evidentemente no mentía. Su representación era del 36% y gobernaba por decretos, en ningún momento logró mayoría y dada su famosa tozudez (dogmatismo y sectarismo), no se entretuvo en entretejer pactos y consensos. También se distinguió mucho por el desacato a los tribunales. Es decir, parlamento y poder judicial resultaban perfectamente prescindibles en la «vía chilena». De nacionalizar las grandes empresas siguió con las menores, como con las expropiaciones gratis, indignando al Parlamento chileno por sus vulneraciones constitucionales. Hasta que aparecieron Kissinger y Nixon para explicar entero a Allende para la Historia.
El acceso democrático de Allende al poder fue muy parecido a Hitler: también más del 35% de los votos. Otra concomitancia: los dos suicidados. Fue precursor de Hugo Chávez, Maduro, Daniel Ortega, Rafael Correa, Evo Morales (vía elecciones) y aunque siempre se omita la cuestión económica, en solo tres años logró la pauperización del país, su colapso económico, inflación y deuda histórica jamás vistas y moneda inservible para el comercio exterior. El Grupo de Puebla del izquierdismo sudamericano mantiene sus recetas. Lo bueno de Allende: que no fue un killer.