Que dice Luis Yeray Gutiérrez que está pensándose si meter en el equipo de gobierno a algún partido que no sea el PSOE. En vísperas de las elecciones locales del pasado mayo los augures amigos le aseguraban a Gutiérrez que alcanzaría catorce concejales, la mayoría absoluta, o quedaría muy próximo, pero no fue así. El PSOE se quedó en diez. Peor: su único aliado automático y genuflexo, Unidas se Puede, se quedó en dos ediles, en parte, pero solo en parte, por la modesta irrupción de Drago Verde Canarias, que cosechó otras dos actas (por cierto, todo el proceso de desarrollo político, organizativo y territorial de Proyecto Drago sigue paralizado cuatro meses después). Con Alberto Rodríguez, el acuerdo estaba a medio camino entre lo imposible y lo indeseable. Pero Gutiérrez descubrió (en fin: le descubrieron) que uno está casi tan cómodo gobernando con una mayoría suficiente como con una oposición que no puede articular una alternativa. Repartió los cargos y siguió posando en las ruedas de prensa y las fiestas populares, que es lo que ha hecho en los últimos cuatro años. Hasta otoño no habría que preocuparse, es decir, hasta que se debieran preparar los presupuestos municipales de 2024.
Ha llegado el momento y por eso el alcalde desliza que se lo está pensando. Con USP no hay ningún problema. Rubens Ascanio sería capaz de pedir el ingreso en la Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna –si no lo ha hecho ya– con tal de volver al gobierno municipal. La dificultad insuperable, por supuesto, está en Proyecto Drago, sea eso lo que sea a estas alturas. Los socialistas no quieren saben absolutamente nada con Rodríguez. No es que haya dicho algo malo –Rodríguez está callado como un tuso desde que se pegó el hostión– sino que no creen que haga nada bueno. Para aprobar el presupuesto municipal Gutiérrez no tiene otra alternativa que el Partido Popular pero, ¿cómo votarían Ana Zurita y sus compañeros unos presupuestos diseñados por el PSOE y acaso salpimentados por USP? Al joven alcalde solo le queda Vox. No para negociar con los ultra partidas presupuestarias, por supuesto. Solo para que se abstengan. Con el PP Gutiérrez tendría 13 votos y la abstención de los dos concejales voxistas les bastaría para aprobar las cuentas. ¿Se lleva medianamente bien el alcalde con los ediles de Vox? No. Pero los ediles de Vox y Gutiérrez tienen amigos comunes que podrían lograr el milagro a cambio de casi nada. Una tarde con la cara colorada y 365 días de paz municipal para seguir haciéndose fotos, soltando sandeces campanudas e irrelevantes, procesionando con chaqué y zurciendo favores, mercadeos y contratos y tal.
El alcalde lagunero ha deslizado comedidamente una única excusa, en las últimas semanas, para continuar gobernando en minoría: aguardar los resultados de las elecciones generales de julio. Ocurre, sin embargo, que como es sabido la aritmética resultante en el Congreso de los Diputados parece urdida por Belcebú para dificultar al máximo los pactos. Algún socialista de medianías llegó a comentar que Yolanda Díaz podía facilitarle una Secretaria de Estado al fundador de Drago y eso lo convertiría en alguien más comprensivo en La Laguna. A todo esto Coalición Canaria sigue sin abrir el pico y, ya puestos, sin hacer una verdadera oposición a un alcalde que ha decidido prolongar sus vacaciones. Tampoco hizo CC oposición en los cuatro años anteriores, salvo ocasiones espasmódicas que no tuvieron ninguna continuidad. Desde finales de mayo se ha escuchado más la preocupación de Ascanio por la debilidad del gobierno municipal socialista que ninguna denuncia al respecto de Jonathan Domínguez, portavoz coalicionero en el ayuntamiento. Basta con repasar las cuentas de Domínguez en las redes sociales para constatar que es mayor su interés en las fiestas patronales del municipio que la crítica a la gestión actual de Luis Yeray Gutiérrez y su somnoliento equipo. Así de angustiosa es la situación política de La Laguna: sin un gobierno de verdad ni una verdadera alternativa.