Opinión | Aquí una opinión
Querido contenedor marrón

Una persona se refresca en el lago de Santa Cruz. / Andrés Gutiérrez
Te acaban de colocar en una esquina de mi barrio y ya presiento que vas a llevar una vida de sobresaltos.
Nos han alertado (a la panda de desobedientes que conformamos la ciudadanía de Santa Cruz) que dentro de ti debe ir, única y debidamente empaquetados en bolsas biodegradables (esas que ya nos entregan en los supers para sus productos frescos), los residuos domésticos propios de la alimentación y similares y que se detallan en una hoja informativa que circula por la ciudad y que se lee en vallas acristaladas en muchas esquinas.
Para hacernos goloso el esfuerzo, nos regalan un precioso «kit de orgánica» de tu mismo color que algunos no utilizaremos necesariamente para este fin porque el diseño y la capacidad tientan a dejarlo para otros usos domésticos y a utilizar para tu llenado algún otro cubo de los viejos conocidos que ya tenemos en el hogar. Y el colmo de la sofisticación es el teléfono de información del asunto, 922-275498, donde todo el que te atiende es muy amable y profesional.
Pero tu vida laboral va a ser complicada porque las ideas del ayuntamiento al que perteneces suelen ser una mezcla de ingenuidad y optimismo de lo más desmesurado. A ratos parecen creer que gobiernan algún municipio suizo, una disciplinada capital de ciudadanos muy pendientes del medio ambiente, la ecología y demás, cuando los chichas en lo único que somos aventajados alumnos es en un errático comportamiento hacia lo ajeno, en continuas transgresiones a toda norma que implique respeto al ecosistema de Santa Cruz. Un desinterés total por convivir dentro de una ciudad limpia y cómoda, por la satisfacción de una actitud vital profundamente reñida con el colillero/basurero en que convertimos nuestras calles y jardines.
Recientemente fuimos elegidos «la ciudad más maleducada de España». Apareció en la prensa nacional y en el desglose de merecimientos para tal puesto figuraba, cómo no, la suciedad capitalina.
Escucho alrededor echar la culpa al servicio encargado de mantener calles y plazas en buen estado pero lo que yo compruebo es que en esos lugares acaba de ser abandonado un sobre roto, unos justificantes de compra, una cajetilla de tabaco vacía… y las mañanas de sábados y domingos, toda la podredumbre imaginable de una noche de francachela.
Así que hoy, cuando me he acercado a «inaugurarte» con la bolsita de cáscaras de naranja, posos de café y similares y tuve, para ello, que saltar por encima de desechos esparcidos por el suelo y de un amasijo de cables desvencijados, ya sabes por qué maldije. Porque vas a terminar tan achicharradito como yo del sinsentido de esta falta de convivencia… y de conciencia.
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