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Meryem El Mehdati

Falso o no verdadero

Falso o no verdadero

Falso o no verdadero

En unas pocas horas sabremos si Pedro Sánchez Castejón seguirá siendo presidente de España unos años más o si se mudará a la Moncloa una de las personas más mentirosas y menos preparadas para desempeñar ningún tipo de trabajo honrado de España, qué nervios. Estaremos mis amigas y yo enchufadas a nuestros televisores y a las redes sociales toda la tarde, ni playa ni chiringuito ni el riguroso paseíto cardiosaludable de los domingos. A todas nos va un poco la vida en esta cuestión, no sé si a usted también. Sospecho que sí aunque ahora lea estas líneas y se diga en su fuero interno «A ver, no exageremos tampoco». Menudas trolas nos ha intentado colar el señor Feijóo estos días, lo estudiarán en unos años en las facultades de periodismo con las fotos de los periodistas que le han bailado el agua sin parar, tan bien adiestrados están. Creo que es lo único que se le da bien además de convertir en pura ceniza todo lo que toca, mentir como un bellaco sin parar. Cuando no es un teletipo misterioso que le falla –seguimos esperando que se confirme su existencia, por no saber no sabe ni mentir, qué espectáculo tan dantesco– es la foto con Marcial Dorado que no sabe cómo explicar. Al principio no conocía al narcotraficante, luego sí lo conocía pero no sabía que era narcotraficante porque por aquella época no existía Google ni Internet, luego no eran amigos, luego sí que lo eran, ahora es algo del pasado que los demás tienen el mal gusto de recordarle. El cuerpo humano tiene 206 huesos y a mí se me tuercen todos un poquito tras cada debate y entrevista, tal es la purita vergüenza y la infamia. Les diré que tenía una idea de cuán rotas estaban las cosas en esta nuestra democracia, pero no se acercaba ni por asomo esa idea mía a la realidad terrorífica de la que estamos siendo testigos estos días. «Cuando yo le conocí había sido contrabandista, nunca narcotraficante» ha dicho esta mañana (es viernes, hoy) Feijóo sobre Marcial Dorado en una entrevista. Luego se vino un poco arriba, rodeado de los suyos, y comenzó a cargar contra Pedro Sánchez y Yolanda Díaz por «usar esta basura para intentar desprestigiar al adversario». Me gustaría señalar que no hace falta desprestigiar a una persona que carece de prestigio, sé que no sirve de nada decir esto, pero lo digo igual.

No se desprestigió él a sí mismo al mofarse de Yolanda Díaz diciendo que ella sabía mucho de maquillaje. No se atrevió a ir al debate de RTVE a enfrentarse a ella cara a cara en igualdad de condiciones, solo le salió el comentario por detrás. Esto es lo que hacen los hombres pequeños cuando mujeres preparadas y capaces los encaran, se tiran a burlarse de su físico, de su forma de vestir o de hablar. Ese es el nivel. Le pasó lo mismo en la entrevista que le hizo Silvia Intxaurrondo, por cierto. Se volvió pequeño y manso, comenzó a balbucear, a parpadear, vaya por Dios, si lo llega a saber no habría venido a la fiesta más chachi, la fiesta de la democracia. Tampoco se desprestigió él mismo siendo gran amigo de un delincuente ni se desprestigió al quedar como un mentiroso incapaz de recordar sus propias mentiras aunque fuese para salvar la cara. ¿Son conscientes de la gravedad de estos hechos? Un candidato a la Presidencia del Gobierno fue amigo de un narcotraficante durante más de una década y en la última semana no ha explicado ni una sola vez en qué consistió esa amistad. Quizá esta persona se convierta hoy en presidente del país. Escribo esa frase sin creerlo del todo, será un mal sueño. Si seguimos la senda marcada por la palabra «desprestigio», una palabra hermosa, no lo pueden negar, una palabra que llena la boca, ¿tampoco se desprestigió él mismo usando una lumbalgia como excusa para no acudir al debate de RTVE de este miércoles? Él, que votó en contra de que las mujeres con reglas dolorosas pudieran pedirse una baja para no estar retorciéndose de dolor en sus puestos de trabajo dos o tres días, él que sentenció «Las bajas laborales las dan los médicos», ¿vieron ustedes el justificante del médico que le ha tratado la lumbalgia? Yo no. Desprestigio y cobardía no son sinónimos pero quizá en este contexto estén relacionadas. Es cierto que yo tampoco querría jamás salir en una foto al lado de Santiago Abascal pero creo que él no fue por otro motivo además de este. Creo que no fue porque le daba miedo que le dieran un par de datos.

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