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Jorge Bethencourt

EL RECORTE

Jorge Bethencourt

Telecampañadas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. José Luis Roca

Las televisiones son los nuevos parlamentos y el espacio en donde se decide el voto de los ciudadanos, porque es donde se construyen las opiniones de la gente. Así lo escribió San Pablo en su famosa Carta a los Adefesios. O igual lo confundo con Pablo Iglesias, que no es santo por los pelos.

Sentada esta doctrina, no es extraño que Pedro Sánchez haya retado a seiscientos debates en televisión a Alberto Núñez Feijoo. Sus asesores le han convencido de que saldría ganando con su apolínea imagen frente a la del sobrio gallego. Sobrio es otra manera de decir triste. Por eso Feijoo le ha mandado a freír puñetas. Porque no tiene nada que ganar y sí mucho que perder. Es triste, pero no tonto.

Antes se decía que la opinión pública era la opinión publicada. Pero hay que cambiar el dogma: hoy se trata de la opinión televisada. Por eso el líder de Drago y candidato de Sumar, Alberto Rodríguez, decidió participar en Time Zone, un reality show (o sea, espectáculo real) grabado por HBO en donde aparecerán famosillos de Godilandia. Pero ver a Alberto Rodríguez brincando como un baifo en un concurso de pruebas físicas y habilidades mentales no tiene tanta gracia. Para el canario es pan comido después de haber estado en Podemos, que es como haber participado en el rodaje de la película La Casa de las Dagas Voladoras o una edición de Supervivientes. Más apasionante habría sido grabar las negociaciones para conseguir una mayoría progresista en La Laguna: esos malditos sillones que tanto ponían a parir antes de ser casta.

El mapa de los ayuntamientos se cerró ayer, con algunos lunares. La precampaña de las generales, mientras tanto, sigue subiendo de temperatura. Los insultos vuelan más alto y el bipartidismo entra en el barro. La verdad que todos niegan es que para tener el poder se pacta hasta con el diablo. El PP gobernará con Vox si no le queda otro remedio. Lo mismo que tuvo que hacer Sánchez para poner las nalgas en Moncloa, echando mano de los independentistas catalanes y de Bildu. Pero los dos partidos se acusan de blanquear a los extremismos. Ya lo decía Felipe González: este es el país del «Y tú más». Y mientras PP y PSOE se lanzan dentelladas hipócritas, Vox prospera y los independentistas cogen más músculo. Por un lado la España una, grande y libre. Y por la otra el feliz mosaico de repúblicas independientes y revolucionarias. Dos trenes de mercancías por la misma vía y en dirección contraria.

El equipo electoral del PSOE parece noqueado. Basar la campaña en el viejo argumento reciclado del miedo a la ultraderecha y a la involución democrática es un error estratégico. Ya se utilizó y fue un rotundo fracaso: Vox casi llegó a los cuatro millones de votos. Pero para el PP es maravilloso. Les ayuda a reclamar la mayoría absoluta para no depender de un socio incómodo. Al final la campaña de Feijóo se la está haciendo el propio Sánchez. Luego dirán que no es un hombre con sentido de Estado.

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