Opinión

La importancia de los árboles

Un ejemplo de cómo los árboles protegen las calles del sol, creando un ambiente más fresco en Adelaida

Un ejemplo de cómo los árboles protegen las calles del sol, creando un ambiente más fresco en Adelaida / ED

Desde que nací, allá por enero de 1942, casi siempre recuerdo árboles. Fue lo que me sucedió en la casa de mi abuelo Eustaquio situada en la calle Calvario 1, de la Villa de la Orotava. Cuando abría la ventana de mi habitación podía contemplar el padre Teide mirando al poniente. Y cuando me asomaba a la calle Calvario disfrutaba con los plátanos olivos que crecían en las aceras del bar Parada, en los jardines de don Cristóbal el guanchero, delante de la escuela de doña Lucia y en la parada de taxis. Años más tarde, cuando subía a la finca de mi abuelo Juan en Los Altos de la Villa podía contemplar un precioso pino canario a la entrada de la misma. Y no digamos cuando iba con mi padre a la finca de los Arroyo en Aguamansa para comprar manzanas reinetas. Había un árbol espectacular: el Castaño de las Siete Pernadas que tanto le marcó a don José Rodríguez, director de La Prensa y EL DÍA, cuando escribió acerca de Los árboles históricos y tradicionales de las Islas Canarias. Y no digamos nada cuando íbamos de excursión a los montes del valle de Taoro camino de las cañadas del Teide y pasábamos por los pisos de vegetación que tanto le entusiasmó a don Alejandro de Humboldt cuando ascendió al Pico del Teide en el verano de 1799. De las fayas a los brezos y de la laurisilva a los pinos canarios. Algunos de ellos pasaron a la historia forestal de la isla por cuanto el presidente de la Peña Baeza, Imeldo Bello Baeza, disfrutaba fotografiándolos como sucedió también con el Pino Gordo de Vilaflor o con los pinos canarios de la isla de El Hierro denominados guácimos por almacenar aguas de lluvia en sus troncos o con las fayas que descubriera Arnoldo Santos en los montes herreños o con el histórico Garoé que tanto le encantaba a la recordada amiga María Mérida. Igualmente con los pinos canarios de la isla de La Palma o la laurisilva de La Gomera. Lo cierto fue que los amigos de los árboles comienzan a escribir sobre estos vegetales de Canarias y del mundo en general y encontramos libros singulares como los que escribieran Luis Ceballos y Francisco Ortuño en 1951 titulados Vegetación y Flora Forestal de las Islas Canarias o poemas y cantares españoles y americanos sobre árboles, editados en 1999 y escritos por Federico García Lorca (Cortaron Tres Árboles), por Gabriela Mistral (Tres Árboles) y por Juan Ramón Jiménez (Verde Verderol). En este sentido no podemos dejar de señalar el poema titulado La Rabia de los Árboles escrito por la joven española Leticia Bergé. Como tampoco debemos ignorar el interés de un botánico italiano, Stefano Mancuso, que me recomendó leyera mi hermano Nany, para conocer su trabajo acerca de la Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal en el que cuenta que si el mundo vegetal posee un nivel de complejidad bajo existe una idea de que las plantas son organismos sensibles capaces de comunicarse, de tener una vida social que le permiten resolver problemas complicados con ciertas estrategias que les hacen inteligentes. Ya lo habían comentado también filósofos y científicos que apuntaron estar convencidos de que las plantas, entre ellos los árboles, tanto coníferas como frondosas, están dotados de habilidades.

No hace muchos años asistí a la Feria de Pinolere, en los altos de La Orotava y me encontré con un joven colega e ingeniero de montes de Gran Canaria, Juan Guzmán Ojeda, que me animó a que viera su exposición acerca de los Árboles de Canarias. Me resultó agradable e interesante el método de presentación de la misma y me regaló una colección botánica de los árboles que crecen en las diferentes islas de Canarias. Me llamó la atención el formato utilizado, muy diferente a lo tradicional, y pude identificar de manera gráfica y sencilla la mayoría de los árboles autóctonos particularmente el histórico Drago, característico y endémico de la Macaronesia y de Yemen, así como de islas como Gran Canaria y Tenerife principalmente, donde recuerdo el Drago de Franchy en la Villa de La Orotava y que describió el naturalista prusiano Alejandro de Humboldt, y el de Ycod de los Vinos.

Antes de terminar me vinieron a la memoria las reglas nemotécnicas que nos enseñó en sus clases de Botánica el profesor de la ETSIMO de Madrid, don Luis Ceballos. Eran: Tipo va a clase porque se lo ordena la familia; con género y especie. También me alegré de recordar los pisos de vegetación que describiera Alejandro de Humboldt cuando subió caminando desde el Puerto de Orotava, en el mar Atlántico, hasta el Pico del Teide después de visitar el Drago de Franchy en la Villa orotavense. Describió que la fisonomía de las plantas, de los arbustos y de los árboles, está en función del suelo donde viven y de la altitud, así como del clima. Así se descubrió la Geobotánica y la Fitogeografía. De ahí las descripciones de los correspondientes ecosistemas: cardonal-tabaibal, bosque termófilo, monteverde, pinar y alta montaña. En los tres centrales encontramos las formaciones forestales.

Dicen que los estudios científicos demuestran que las personas que viven con árboles cerca tienen mejor salud. ¡Así que ya saben!

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