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Yolandeos

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz / Eduardo Parra - Europa Press

Cuando apenas faltan 24 horas para cerrar el acuerdo entre Yolanda Díaz y Podemos, todo indica que ese acuerdo no se va a producir o será bastante limitado, no afectará a todos los afiliados, no conseguirá dar paso a un nuevo proyecto que permita sostener el voto de la izquierda y regenerar el discurso político de transformación arruinado por Podemos en su etapa en el Gobierno para asaltar los cielos. La pregunta planteada por Pablo Iglesias en la consulta a las bases se las trae. Es como pedir permiso a los círculos para hacer uno lo que quiera, incluyendo por supuesto lo de ir separados. Lo han planteado en Valencia y lo que han provocado ha sido un rechazo absoluto de Sumar. En política puede hasta el último minuto pasar cualquier cosa, pero la impresión es que a los principales dirigentes de Podemos (y de Sumar) lo que pase les da igual.

Los cálculos de Kiko Llaneras en El País son sin embargo muy muy claros, pero la verdad es que tampoco presentan extraordinarias variaciones. Si Podemos y Sumar van juntos, el bloque de izquierdas tendrá once diputados más. No son muchos. Aunque once diputados pueden ser la diferencia entre ganar y perder en un sistema tan ajustado como el español, en el que los sondeos dan hoy hasta cincuenta diputados a los partidos independentistas, que –en ningún caso– se sumarían a Vox.

Si al final no se logra el acuerdo, será un verdadero drama para la izquierda a la izquierda del PSOE. Un drama que, sin embargo, no parece preocupar demasiado a los dirigentes más conocidos de su tinglado.

Es sorprendente que el proyecto Sumar pueda acabar siendo el que le dé la puntilla final a Podemos. Y lo es porque se trata de un proyecto personal construido por y para Moncloa, para garantizar la continuidad de las políticas populistas del sanchismo, montado básicamente para domesticar a la izquierda ultramontana y hacer más aceptables sus propuestas por esa izquierda instalada que hoy representa la alianza más conveniente con Podemos.

La elección de Yolanda para dirigir este proyecto no es un misterio. Es una estrategia: Yolanda Díaz fue criada en el sindicalismo guerrero y comprometido de El Ferrol, se forjó como política implicándose hasta la médula en el municipalismo del Partido Comunista primero y luego con el galleguismo de izquierdas para ser fichada finalmente por su amigo Pablo Iglesias, como ministra aceptable y más tarde como candidata a heredar su trono. Era la persona perfecta para hacer el papel de sustituta de Iglesias, cuando Iglesias descubrió que él estaba mejor volviendo a los medios, y era también una mujer perfecta para entenderse con Pedro Sánchez, toda sonrisa, aplausos y caras satisfechas.

Otra cosa distinta es que sea la persona idónea para cerrar acuerdos con los suyos. Su biografía está trufada de acuerdos sindicales, con los empresarios o con Sánchez. Pero parece más autoritaria cuando se trata de aceptar propuestas de reparto de liderazgo. Aunque parezca que no es así, Iglesias y ella funcionan con registros muy parecidos, los aprendidos en el PCE y ninguno de ellos dos es muy dado a ceder.

Para muestra un botón: observen con cuidado lo que va a ocurrir en Canarias. Aquí Sumar, lo único que tiene con algo de recorrido es lo que le ofrece Drago. Existen posibilidades reales de que ese chico grandullón y con labia que se negó a que lo sacaran de diputado –Alberto Rodriguez– aporte con su sola presencia el éxito necesario a Sumar. Pero Yolanda ya exige encabezar también las candidaturas de Gran Canaria, donde Sumar no ha colocado prácticamente nada. No es una buena práctica quererlo todo cuando no se tiene nada. Y tampoco es buena práctica resistirse numantinamente a una derrota absolutamente a anunciada.

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