Opinión | A BABOR

El apaño de Curbelo

Casimiro Curbelo.

Casimiro Curbelo. / ED

Publicaba ayer un suelto la competencia, contando que en la Agrupación Herreña y el partido de Curbelo andan muy cabreados porque en el pacto exprés del Iberia no les han dado ninguna consejería. Son cosas que se dicen a ver si escuece, pero no va de eso.

La incorporación de los herreños al pacto estaba acordada desde antes de las elecciones, en un acuerdo escrito y firmado con Coalición, en el que se garantizaba el apoyo del diputado herreño a Clavijo como candidato del Gobierno. Román presentó también un acuerdo de los herreños por el que le votaban en la lista regional. Es cierto que ese acuerdo se firmó, pero fue más una de esas operaciones de propaganda montadas por Román que al final quedan en agua de borrajas. La Agrupación Herreña sacó 1.644 votos en la circunscripción insular. En la regional, Román obtuvo 144, frente a 1.496 para Coalición. Y es que la ruptura formal del vínculo entre los herreños y Coalición es un clásico político desde el minuto uno de existencia. Ocurre cada tanto, pero los de Tomás Padrón siempre juegan con Coalición. Siempre.

En La Gomera, la situación fue diferente: Curbelo no presentó lista regional, y se había comprometido con Torres a darle sus votos en esa lista. Básicamente, cumplió su compromiso. Pero lo hizo al estilo curbelita. En la lista insular, Curbelo sacó en La Gomera 5.170 votos, el PSOE 1.987 y Coalición 796. En la lista regional, en la que Curbelo no se presentó, Torres sacó 6.112 votos –algo más de 4.000 votos más de los que sacó el PSOE en La Gomera, y Clavijo 2.077, unos 1.300 más–. Casimiro repartió sus votos entre Torres y Clavijo. Lo hizo con planificación gomera, como suele: un par de días antes de las elecciones, el olfato había comenzado a mandarle señales de que el pacto floral no iba a sumar. Habló entonces con Clavijo para preguntarle si él tendría sitio en un hipotético pacto de centroderecha (esas cosas se preguntan siempre), y Clavijo le leyó la cartilla, le recordó sus fervientes declaraciones a favor de la reedición del pacto de izquierdas, y le dijo lo que Clavijo dice siempre: que el partido (su partido) no estaba contento, que iba a ser difícil convencerlos y que blablablá. Luego le pidió un gesto por Coalición: que su gente le votara a él –a Clavijo– en la lista regional. Curbelo le dijo que lo haría, y le pidió cinco mil papeletas para repartirlas, como ya había hecho en las elecciones de 2019. Las papeletas llegaron a La Gomera sobre la marcha, un par de días antes de votar. Y Curbelo las repartió. Antes había repartido ya más para Ángel Víctor –su apuesta regional– y después las de Clavijo –su apuesta de reserva–. A su forma de entender las cosas, cumplió parcialmente con los dos, que siempre es mejor que poner los huevos en una sola cesta. Como los votos dejan rastro, el reparto resultó evidente.

Tras las elecciones, el PP no estaba muy por la labor de meter a Curbelo en el Gobierno. Lo prefería fuera, absteniéndose o votando a favor en las decisiones críticas y recibiendo compensaciones puntuales por ello. Domínguez pensó, probablemente con buen criterio, que con 35 votos y cuatro abstenciones de Vox en caso de ser necesarias, se ahorraban pactar con un lerenda que lleva el ADN socialista en sus siglas. Fue Clavijo quien se empeñó en meterlo: a él no le incordian las siglas curbelitas, y sus diputados siempre le suben la libido.

Curbelo hizo su puesta en escena: el martes –con todos los cargos repartidos ya, incluso los suyos– seguía diciendo que no estaba decidido, que tenía que pensárselo y tal. Habló con Torres y Torres presentó sus cuentas descontando a Curbelo, que ya estaba con la derecha. Eso dio alas al PSOE para largar que no estaba vendido todo el pescado. Algún periodista militante se lo tragó e hizo el ridículo. Ayer miércoles, Curbelo dio su paseíllo por las radios para matizar la versión del martes y reconocer que estaba casi todo cerrado. Es probable que el anuncio oficial lo haga hoy.

Curbelo ha negociado bien, como siempre hace: no tendrá consejería, porque sus muy convenientes tres diputados no son claves como lo fueron hace cuatro años. Pero se queda con Visocan, Gesplan, Hecansa, la delegación del Gobierno de Canarias en Madrid (un chollo, seis mil pavos, coche y casa pagada), mando en plaza sobre la sanidad gomera, alguna dirección general y el compromiso de Coalición y el PP de mantener la inversión en su isla y el apoyo a la Estrategia Gomera 36, su particular perte multimillonario. ¡Ah!, y también la cabeza de un gánster que lleva incomodándole a él y a su familia desde hace ya unos cuantos años. Le han dicho que sí. Pero eso va a costar más: para entregar la cabeza de alguien (siquiera metafóricamente), primero hay que cortarla.

Suscríbete para seguir leyendo