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Campaña: western con duelo final

Zohra Bensemra

En los westerns clásicos, siempre eran más famosos los que tienen un duelo final. El más rápido en sacarla era el muchacho y por supuesto mataba al malo. Generalmente el bueno solía ser alto y guapo: John Wayne, James Stewart o Kirk Douglas; los malos solían ser mas bajitos y feos: Lee Marvin, Jack Palace… que época mas bonita. No había dudas, todo el mundo sabía quién era el bueno y quién era el malo. A lo largo de la película el guion nos iba retratando al personaje, quién mentía, quién defendía al que lo necesitaba sin pedir nada a cambio, quién era amigo de los amigos, quién traicionaba y quién no, quién sobornaba y quién no. Quién se quedaba con la chica, generalmente rubia y guapa que sumaba admiración.

Después ha surgido un tiempo nuevo en que los westerns ya no son tan clásicos. Los guiones nos dibujan situaciones más difusas, el bueno ya no es tan bueno, ni el malo tan malo. Surgen malos como Patrick Swayze, Charles Bronson… las situaciones ya no dibujan personajes tan claros y fáciles de identificar. El guion y las cámaras nos hacen confundir el bien y el mal. Son cosas que exigen formación y un cierto olfato para que no nos den gato por liebre.

La sociedad está en una situación que se parece a esta última versión del western. Esta confusa. Tiene claro un montón de cosas, pero otras aparecen difusas, por ejemplo, cuáles son las soluciones adecuadas. Dicen que la situación económica está bien, pero se tienen que tomar todos los días soluciones extraordinarias para situaciones extremas que algunos determinan el tiempo que van a durar, y a qué sector afectan. Generalmente la inteligencia artificial suele determinar cuáles son y a quién votan.

Se habla de sostenibilidad, pero las medidas que se toman son por un tiempo determinado generalmente corto sin que se acompañen de medidas estructurales mirando al futuro. Para el modelo de sociedad moderna hay ideas que la sociedad tiene claras, la fiscalidad, los servicios sociales que son básicos, educación sanidad, vivienda, pensiones… creación de riqueza que llegue a todos, el bien común por encima del individual. En Canarias está claro, su identidad, el Estatuto, el REF, su europeísmo. La necesidad de su presencia en Madrid para que la oigan.

Lo que ocurre es que la solución sostenible a esas situaciones no es única. La palabra «progresismo», sectaria y excluyente, no da patente de corso a nadie. Que la sociedad avance y progrese lo queremos casi todos y no solo los que se llaman progresistas. La voz de la canariedad debe ser única.

En democracia nadie gana «solo». En democracia no existe la «incondicionalidad». El ego no es un ejército a favor sino un enemigo en contra.

Los problemas de nuestra sociedad no se resuelven en un duelo final con pistoleras y a favor del guapo, aunque nos lo pongan en «versión original» para seguir con la ventaja. La mentira no se olvida, apunta indefectiblemente a la credibilidad del mentiroso.

Ojalá gane la sociedad y el futuro.

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