Opinión | Retiro lo escrito

Tres razones

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, reúne en el Congreso a diputados y senadores socialistas para abordar el reto de remontar en las elecciones generales los malos datos del PSOE en las autonómicas y municipales

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, reúne en el Congreso a diputados y senadores socialistas para abordar el reto de remontar en las elecciones generales los malos datos del PSOE en las autonómicas y municipales / MARISCAL

En una de las primeras entrevistas que concedió después de derrotar en las elecciones presidenciales a Al Gore, G.W. Bush declaró, maravillado: «Fue increíble… Me enfrentaba a una economía vigorosa, a una etapa de expansión y prosperidad, pero gané las elecciones». Todo el mundo recuerda que fue una victoria tortuosa, pero después de semanas de múltiples recuentos, dudas tecnológicas y denuncias judiciales Gore admitió su derrota. ¿Cómo es posible? Desde ese mismo momento se produjo una hemorragia de hipótesis interpretativas, pero uno se queda con la del primo lejano del candidato demócrata, el gran Gore Vidal. El pequeño Bush ganó porque había quedado demostrado que Bill Clinton era un mentiroso, un mentiroso cínico y contumaz, hasta el punto de haber sido sometido a un proceso de destitución (impeachment) no por haber tenido relaciones sexuales con una becaria en la Casa Blanca, sino por haber jurado que no lo había hecho. Clinton reconoció posteriormente aventuras extramaritales que siempre había negado. O Al Gore sabía que su presidente era un farsante, o no lo sabía, y eso lo definía como pazguato. La segunda razón que esgrimía Vidal era, precisamente, la prosperidad. A su juicio los estadounidenses, cuando las cosas van mal, excretan entusiásticamente sobre la autoridad, pero cuando van bien, cuando tienen un empleo aceptable y pueden pagar las facturas –o incluso prosperar como empresarios– la causa está en su talento, su esfuerzo, su sacrificio.

Muchos dirigentes, cuadros e incluso militantes socialistas han caído en una ardiente frustración desde el pasado domingo. ¿Cómo han podido fracasar? Con un dinamismo económico incontestable, con unos niveles de actividad empresarial y creación de empleo que no dejan de crecer, con una inflación más baja que la media europea, con un salario mínimo que ha aumentado tres veces en los últimos dos años y medio y una reducción de la temporalidad en el mercado de trabajo, ¿cómo corren el riesgo de perder las elecciones generales después del desastre de las elecciones autonómicas? Las razones básicamente son tres, creo yo, dejando aparte que muchos de los éxitos citados son matizables. La reforma laboral de Yolanda Díaz, por ejemplo, «ha recortado la temporalidad contractual, pero no la real», como ha demostrado Fedea. La reducción de los contratos temporales no se ha traducido en menores transiciones del empleo al paro. Pero las razones esenciales se pueden sintetizar así:

1. Una impugnación moral. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es un mentiroso. Y no le importa mentir. Está convencido de que el reproche moral por mentir queda disuelto en otra mentira o en un ataque eficaz al adversario. El presidente del Gobierno ha faltado a la palabra dada a los ciudadanos. Sánchez ha gobernado a decretazo limpio, se ha lanzado a la cooptación de las instituciones del Estado, es capaz de nombrar fiscal general del Estado a su ministra de Justicia: un ejemplo entre mil. Por su cuenta y riesgo cambia la estrategia de las relaciones diplomáticas con Marruecos, sin consultar a su partido y su gobierno. Ha reducido a la dirección federal del PSOE a una patética claqué. Pero sobre todo ha convertido en sus socios parlamentarios preferentes a fuerzas independentistas que buscan la demolición del orden constitucional y la desintegración del país.

2. Una impugnación cultural/ideológica ¿Matrimonio homosexual? No hay problema para la inmensa mayoría social. ¿Ley trans? Sí, si hay problemas. Sobre todo por determinados aspectos regulatorios. Y por el rechazo crítico del feminismo mayoritario, que no es el queer. La militancia socialista es de izquierdas. Sus votantes, sin embargo, son progresistas moderados incómodos con una agenda woke, queer y animalista, con una colonización ideológica del espacio público, con la intervención planificada de los poderes gubernamentales en la vida privada bajo el abusivo apotegma de que «todo es política».

3. Una impugnación retórica. Estoy harto de tus relatos. Limítate a gestionar nuestros intereses. Plasta.

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