Opinión

Juan Jesús González

Más comensales a la mesa de la Bolsa de Chicago

La agricultura ecológica sortea mejor la sequía que la convencional

La agricultura ecológica sortea mejor la sequía que la convencional / Efe

Los tiempos en los que los europeos y los japoneses, fundamentalmente, éramos los que tocábamos a las puertas de la Bolsa de Chicago –el mayor mercado mundial de alimentos– en busca de comida están cambiando. Cada vez son más comensales los que, afortunadamente, han pasado del hambre cuando les fallaban sus producciones locales a acudir al mercado internacional en posición de igualdad con el llamado mundo desarrollado. Es el caso de India, China, Bangladés, Sudáfrica, Indonesia o Nigeria, entre otros. Y así podríamos estar hablando de miles de millones de nuevos comensales a una mesa cada vez más escasa, lo que por el momento se traduce en un encarecimiento de los productos, pero en un futuro no muy lejano podría transformarse directamente en escasez y hambre.

¿Alguien se pudo imaginar en algún momento que hubiera macrogranjas de cochinos en España para atender el mercado chino? Pues eso está pasando hoy en día. Eso y el problema ucraniano, que es de los mayores productores del mundo de trigo, millo y de otros cereales y leguminosas. Y todo esto en un marco nuevo caracterizado por la persistencia de las sequías que ya nadie discute, así como el glifosato y los transgénicos que nos indican que debemos apostar más por los agricultores y menos por los agroquímicos, no sólo para no seguir favoreciendo el empobrecimiento de los suelos, sino por estrictas razones de protección de la salud.

A todos nos ha sorprendido la capacidad de producir alimentos de Ucrania o los fertilizantes que importamos de Rusia en un contexto bélico en el que Canarias importó en 2022 la friolera de cerca de 65 millones de kilos de papas, cerca de 26 kilos por habitante si tenemos en cuenta la población flotante, siendo una de las regiones del mundo con mayor consumo per cápita. En su momento, exportábamos papas recogidas en primavera al Reino Unido cuando hoy día ese comercio natural por razones estrictamente climáticas se ha dado la vuelta y compramos papas británicas cavadas en septiembre y tratadas con antigerminantes. El mundo al revés.

Canarias tiene la capacidad de movilizar de 12.000 a 15.000 hectáreas, actualmente balutas, necesarias para hacernos cargo de esa producción de papas que actualmente importamos e incluso introduciendo rotación de cultivos fundamental para un mejor control de la polilla guatemalteca, así como para una más favorable fertilización de los suelos con menos dependencia de la agroquímica.

Tengamos en cuenta también que, en el caso canario, gran parte de las tierras en las que se pueden producir papas son tierras balutas donde se están expansionando los matorrales altamente peligrosos frente al fuego y a los cada vez más prolongados periodos estivales. Justamente ahí vivía una buena parte de la población, desde Santa Brígida a Gáldar, desde El Tanque hasta Tegueste, desde la Montaña de la Breña hasta Las Tricias, etc. Para limitar estos riesgos es fundamental invertir para favorecer la recuperación de estas tierras para el cultivo y, de alguna manera, el retorno poblacional al campo.

En el aspecto humano tenemos una cultura que sabe de papas. Aunque quedan los mayores, existen posibilidades de incorporar gente joven si les garantizamos unos precios y somos capaces de crear las necesarias infraestructuras y ayudas incluso en forma de bancos de tierras, que las hay disponibles también con posibilidades de mecanización. No olvidemos, en este sentido, la necesidad de recuperar la costumbre de abonar nuestros montes con estiércol y materia orgánica, lo que nos permitiría mantener una cabaña ganadera y la producción de alimentos más sanos y de mayor demanda cada día también. Y es que efectivamente, las zonas que han perdido más población han tenido que ver con zonas agrícolas, desde los valles en el norte de Lanzarote (Teguise - Haría) a Garafía, pasando por Moya, Santa Brígida o Agaete en Gran Canaria.

Estos días teníamos la oportunidad de recorrer diferentes entornos entre Vilaflor y San Miguel, desde donde antes salían papas para la exportación en primavera, cuando no hay papas nuevas en Europa, hacia países a los que les compramos la semilla (Gran Bretaña o Dinamarca), que este año se ha encarecido entre el 20% y el 30%. Se trata de un paisaje agrario con infraestructuras de tierra y jable donde la pipa de agua compite con el turismo en una lucha desigual e injusta que no beneficia a nadie.

Es un error, incluso desde la perspectiva de los intereses de la principal industria generadora de ingresos en Canarias, el permitir el abandono del paisaje agrario, que no sólo es un elemento estratégico desde el punto de vista de la autosuficiencia alimentaria –el kilómetro cero y como generador de empleo– sino, al mismo tiempo, como elemento fundamental de atracción de un turismo de calidad que valora el cuidado del paisaje rural y el producto local.

Estamos hablando de la recuperación de muchos puestos de trabajo que, al mismo tiempo, tienen que ver con una inversión importante en Medio Ambiente dirigida hacia los que producen alimento y cuidan del paisaje. Y, además, velan por la seguridad de todos con la acción más eficaz que se conoce en prevención de incendios, que no es otra que el mantenimiento de las tierras cultivadas, como se ha demostrado tantas y tantas veces en grandes incendios como los ocurridos estos últimos años en Gran Canaria o en el norte de Tenerife. Estamos hablando de la tan cacareada «prevención» que ahora pretende basarse en drones y satélites y que, en condiciones extremas, vendrán a aportar más bien poco.

Es de esperar, o deseable al menos, que los nuevos gobiernos que puedan surgir de este 28M lleven a cabo un replanteamiento de la situación actual y miremos más al campo y a la producción local, máxime cuando contamos con líderes procedentes de municipios históricamente de gran importancia agrícola. Meditemos sobre el rumbo que vamos a dar a esta tierra para no vernos envueltos en una crisis alimentaria global sin opción alguna de mirar hacia unos mínimos de autoconsumo razonables.

Suscríbete para seguir leyendo