Opinión

Mostrar la firme voluntad de vivir sin miedo

Mostrar la firme voluntad de vivir sin miedo

Mostrar la firme voluntad de vivir sin miedo

Una buena amiga que ejerce la docencia en un colegio del sur de Tenerife me envió hace algún tiempo un vídeo que, además de servirme para reflexionar, me ha inspirado varios escritos. En él, una profesora daba cuenta de un ejercicio que había encargado a sus alumnos y que consistía en comentar el contenido de un folio que les había repartido previamente. La hoja, de un blanco inmaculado, presentaba únicamente un punto negro en el centro y el trabajo consistía en que cada uno de los chicos y chicas escribieran qué es lo que veían. Pues bien, absolutamente todos se centraron en describir la mancha oscura. Ni uno solo hizo referencia alguna a la parte clara, que ocupaba más del noventa por ciento del espacio.

Cuando hubo terminado la revisión, la maestra trasladó al alumnado su sorpresa ante el hecho de que nadie hubiera aludido a la blancura frente a la negrura, y se sirvió de esa circunstancia para realizar un paralelismo con la vida misma. Y es que, probablemente, con ella nos sucede lo mismo. El punto oscuro, que se traduce en problemas de salud, ausencia de empleo, falta de dinero o relaciones personales complicadas, ensombrece nuestras mentes. Sin embargo, la zona clara, por lo general más amplia, a menudo nos pasa desapercibida.

Quizás este fue el espíritu que infundió hace ya medio siglo a los compositores James Rado, Gerome Ragni y Galt MacDermot su tema A’int Got No- I Got Life, incluido en la banda sonora del musical Hair y cuya versión más emotiva corre a cargo de la inolvidable Nina Simone. En ella, la inolvidable cantante enumera una serie de bienes de los que carece. No tiene casa, ni zapatos, ni riqueza, ni clase. Tampoco falda, ni cama, ni perfume. Le falta cultura, un hombre, una madre. No dispone de un dios ni de un símbolo. Ni siquiera cuenta con un amigo. Entonces se pregunta por qué, de todos modos, está viva. Que es aquello que posee y que nadie le puede quitar. Y comienza a dar detalles sobre su cerebro, su cabeza, sus ojos, sus oídos, su nariz, su boca y su sonrisa. Se refiere a sus brazos, sus manos, sus pies y sus piernas. Alude a sus pechos, su sexo, su sangre, su corazón, su alma y su libertad. Y, por último, grita que tiene la vida y, más aún, que la va a mantener.

Tal vez fuera ese también el ánimo que impulsó a la directora francesa Blandine Lenoir a incorporar esta extraordinaria canción como trasfondo de una de las escenas más conmovedoras de su película 50 primaveras, en la que la actriz gala Agnés Jaoui da vida de forma convincente y en tono de humor a Aurore, una mujer separada que acaba de quedarse en paro y que, casi de forma simultánea, recibe la noticia de que su hija mayor le va a convertir en abuela. Con medio siglo ya cumplido y arrastrando una existencia estancada, se reencuentra por casualidad con un antiguo amor de juventud, lo que le origina un intenso terremoto a todos los niveles. Aun así, le cuesta admitir de entrada que podría estar ante la ocasión perfecta para iniciar una nueva etapa vital que le salve de tantas inseguridades y sinsabores acumulados. Por supuesto no contaré el final, pero sí me abonaré a la teoría de que siempre se puede comenzar desde cero teniendo como faro el lado bueno de las cosas. Por esa razón, insisto en repetir que me encantan los puntos de inflexión. Porque me recuerdan que hay decisiones que, por mucho ruido y caos que perciba en el ambiente, tan sólo dependen de mí. Y porque cada jornada, por mal que se presente, seguro que me brinda algún motivo para celebrar el privilegio de estar viva y mostrar mi firme voluntad de vivir sin miedo.

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