Opinión | retiro lo escrito

No les votan

Pasan los días y los responsables de la alianza electoral entre Podemos, Izquierda Unida y Sí se Puede siguen sin ofrecer algo que merezca el nombre de un análisis que explique su hecatombe electoral, y no solamente algunos lamentos grimosos en apresuradas ruedas de prensa. La única novedad en las últimas horas ha sido la solitaria dimisión del secretario de Organización de Podemos Canarias, César Merino, aunque circula la malvada especie de que se limitó a seguir una indicación de su secretaria o coordinadora general, Laura Fuentes, aliviada porque Merino no obtuvo ningún cargo y le urgía incorporarse a la empresa en la que trabajaba. Y es que, en efecto, un fracaso tan rotundo y demoledor exigía, como acto de responsabilidad democrática, que Fuentes y su equipo de dirección convocaran al Consejo Ciudadano y dimitieran irrevocablemente a las 24 horas de celebrarse las elecciones. Podemos se quedó fuera del Parlamento de Canarias, no obtuvo un solo consejero en los cabildos insulares y solo consiguió una decena de actas de concejal.

Han preferido encerrarse en un mutismo indefendible. Y ahora utilizan el adelanto de las elecciones generales como pretexto para no dimitir. ¿Quién va a organizar la campaña electoral si no? En realidad Laura Fuentes, Noemí Santana, Gemma Martínez y demás compañeros y compañeras –unos pocos centenares de personas– se encuentran en una situación aún peor de lo que aparentan. Porque un acuerdo entre Podemos Canarias y sus coaligados con Sumar les llevaría a la obligación de negociar con Alberto Rodríguez y Drago Verdes. La misma fuerza política que les descuajeringó las expectativas electorales el pasado domingo se transformará –en el mejor de los casos– en el negociador necesario para las listas de julio. Por cierto, nadie sabe, empezando por los militantes de Podemos, si tal negociación ha comenzado ya o no. Quedan menos de dos semanas para conseguirlo.

También es ilusorio sostener que Drago Los Verdes arruinó un buen resultado a Unidas Sí Podemos. Los votos depositados en las urnas no sostienen tan consoladora hipótesis, defendida por viejos tahúres como Rubens Ascanio. Sumando los sufragios de USP y Drago apenas se hubieran arañado dos diputados, cuando el objetivo fundamental de Santana era poder mantener el grupo parlamentario. En el ayuntamiento de La Laguna hubieran obtenido tres o cuatro concejales, cuando en 2019 festejaron cinco actas. El problema de las izquierdas no está en la desunión, sino en que no les votan, aunque, por supuesto, la dispersión y atomización de opciones empobrece aún más la cosecha electoral y pone de manifiesto una la debilidad política crónica. El municipio de Santa Cruz es un magnífico ejemplo. El pasado domingo USP sacó unos 4.000 votos y Drago 3.236. En cambio, hace cuatro años la confluencia de Podemos e Izquierda Unida alcanzó más de 9.300 papeletas. La otras explicación de dirigentes políticos (es un decir) como Ascanio es que una multitud de intereses políticos, económicos y mediáticos trabajan diligentemente para que la izquierda canaria «esté cabreada y en conflicto interno» y por lo visto «les ha salido muy bien la jugada». Hay que tener muy poca vergüenza –en realidad hay que carecer de cualquier dignidad política– para adjudicarle a nadie las querellas intestinas de la izquierda canaria, pero es la única excusa que se les ocurre a los afectados para eximirse de cualquier responsabilidad en sus habituales broncas cainitas. Es una tradición histórica: no asumir errores ni miserias y adjudicar los fracasos y tropiezos a electores estúpidos o alienados o a una confabulación cotidiana de políticos reaccionarios, ricachones canallescos y periodistas inmorales. Y mientras tanto se lo sigue llevando calentito durante una década larga y provechosa, y representando lo más decente del mundo y de la historia, que da además más gustito.

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