Opinión | El recorte

Todo o nada

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / EUROPA PRESS

«Doctor Sánchez, doctor Sánchez, se le necesita urgentemente en la UVI». Las llamadas por la megafonía interna de La Moncloa atruenan la noche electoral. El equipo médico habitual se encuentra, alarmado y tenso, delante de un cuerpo, tendido en una camilla.

«La infección de Vox se ha disparado. El PP va a conseguir desalojar al PSOE de todas las autonomías que han celebrado elecciones, menos en Castilla-La Mancha, donde Page gana por la mínima. Y eso ya es decir mucho, porque Page es, no casualmente, el más que se ha metido con las políticas de Moncloa. El socio preferente del Gobierno, Podemos, está a punto de desaparecer de la vida política. ¿Cómo vas a aguantar seis meses hasta las Elecciones Generales de diciembre con un cadáver sentado en el Consejo de Ministros, Ministras y Ministres? Eso va a ser como un cementerio. Y encima los únicos que se disparan son los independentistas de la sección ganadera: los que han estado ordeñando los presupuestos a cambio de votos: los vascos de Bildu que ya le tosen al PNV, que está mosqueado, y los catalanes. Vaya desastre que has montado, guapo».

La voz que le está recitando al doctor Sánchez todos los males que padece es como la de Siri, pero con acento extremeño. Cuando llega a la mesa de operaciones con las manos enfundadas en guantes rojos el equipo médico se aparta respetuosamente. Examina el cuerpo y estalla: «¿Para qué coño me habéis llamado si esto ya es un fiambre?»

Arroja los guantes en la basura y se arranca la mascarilla. Las enfermeras suspiran. Entonces le dice a su segundo: «Llama al Rey inmediatamente». La gente se revoluciona animada por el arranque de energía del jefe. «Ahora mismo le pongo con Rabat». «¡Imbécil! Llama al Rey de aquí. Al nuestro», explica Sánchez exasperado. Cuando le pasan el teléfono se va hacia una esquina y tiene una corta conversación en voz baja. Y luego regresa sonriente.

«A ver. Este cadáver del 28 de Mayo me lo llevan al congelador y que lo tapen bien tapado con un plástico, para que no huela mucho. ¡Todo el mundo preparado! Nos van a traer a otro paciente en coma. Llamen a los médicos vascos y catalanes y avisen que vamos a operar al 23 de julio. Y que venga la anestesista, la señora Yolanda Díaz, que la necesito inmediatamente».

«En el congelador no hay sitio, doctor Sánchez, se lo dejamos a Montero, Belarra y Echenique».

«Que hagan espacio. Necesito el terreno despejado. Vamos a operar a vida o muerte, compañeros. Una vez más. Enciendan los focos y las cámaras. Último capítulo de la serie… ¿Qué nombre le pondremos? ¡Ah, sí! Todo o nada. Me gusta. ¡Vamos allá! Igor, conecta el pararrayos de Moncloa. Si fuimos capaces de darle vida a Frankestein, ¿por qué no vamos a poder resucitarlo ahora otra vez?»

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