Opinión

Al margen de EEUU, los países de Oriente Medio se entienden ahora mejor

El presidente de Siria, Bashar el Asad, durante la cumbre de la Liga Árabe, este viernes en Jedah.

El presidente de Siria, Bashar el Asad, durante la cumbre de la Liga Árabe, este viernes en Jedah. / AFP PHOTO / HO / SPA

Es un hecho: al margen de las injerencias de la superpotencia, los países de Oriente Medio se entienden hoy mejor que nunca y son capaces incluso de llegar a importantes acuerdos de colaboración.

Siria, país considerado hasta hace poco paria entre sus vecinos de la región, ha vuelto a la Liga Árabe, de la que fue suspendido en 2011, y lo hace como «miembro de pleno derecho».

Trece de los veintidós integrantes de la alianza votaron a favor de readmitir en su seno al país de Bashar al Assad, del que Washington intentó deshacerse, apoyando activamente las milicias islamistas opuestas a ese régimen.

Desde 2017 algunos países de la Liga, sobre todo los Emiratos Árabes Unidos, venían en efecto presionando a favor de la normalización de relaciones con Damasco.

El país que mostró mayor oposición a la readmisión de Siria en la Liga es Qatar, que continúa apoyando a los grupos que combaten al régimen sirio.

Algunos atribuyen la posición qatarí al hecho de que antes de la guerra de Siria, Damasco se opuso al paso por territorio sirio de un gasoducto para el transporte del hidrocarburo hasta el mercado europeo.

Con la construcción de esa infraestructura, Qatar pretendía limitar la influencia rusa en el negocio mundial de los hidrocarburos.

La nueva política de «distensión» entre Siria y sus vecinos se ha visto en cualquier caso acelerada por el reciente y devastador terremoto sucedido en ese país árabe y en la vecina Turquía.

Y en ese acercamiento influyó también de modo decisivo la reanudación de relaciones diplomáticas y comerciales entre dos enemigos históricos como Irán y Arabia Saudí gracias a los buenos oficios de Irak y Omán, pero sobre todo de China.

El acuerdo en ese sentido que firmaron los gobiernos Teherán y Riad el pasado 10 de marzo puede calificarse, sin temor a exagerar, de «histórico». Y sólo queda confiar en que dure.

Si bien es cierto que los países árabes de la región que son aliados de EEUU siguen manteniendo esa condición, buscan al mismo tiempo superar la política de bloques y adaptarse al nuevo mundo multipolar al que con tanto ahínco se opone Washington.

Resulta significativa la visita que hizo a comienzos de este mes a Siria el presidente iraní, Ebrahim Raisi, la primera desde hace trece años y ello a pesar de que Teherán es, junto a la Rusia e de Vladimir Putin, el principal valedor del régimen de Damasco.

Durante esa visita, los representantes de ambos países firmaron hasta una quincena de acuerdos de cooperación comercial y económica bilateral que servirán para impulsar sus relaciones de todo tipo: desde la energía o la agricultura hasta el turismo.

El Gobierno iraní ha anunciado al mismo tiempo su intención de reforzar los sistemas de defensa sirios frente a Israel, país que es el principal perjudicado, además de EEUU, por esa evolución de los acontecimientos en la región.

Según declaró el presidente iraní a la emisora de televisión libanesa Al-Majadin, el ingreso de su país en la Organización de Cooperación de Shanghái ofrece a Teherán nuevas oportunidades de colaboración con los países asiáticos. Y algo parecido ocurre con su intención de adherirse al grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica).

Al margen de Irán, cinco países árabes han solicitado de momento entrar en ese club: Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Argelia, Egipto y Bahréin, lo que significa que, mal que les pese a Washington y a Tel Aviv , un nuevo orden global parece ya inevitable.

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