Opinión | A babor

El futuro de Román

Román Rodríguez votando este 28M en su colegio electoral

Román Rodríguez votando este 28M en su colegio electoral

Superada la resaca de su peor noche electoral, el aún vicepresidente Román Rodríguez vicepresidió el acto de entrega de medallas y premios con los que el Gobierno de Canarias recompensa desde tiempos de Saavedra la trayectoria ejemplar de ciudadanos y organizaciones. Acudió Román impecablemente trajeado como suele, repeinado su manchado tupé de gremlin ruinito con abundantes cantidades de fijador, y con una sonrisa doble P (Profidén y profesional) que le iba de oreja a oreja. La pura imagen de la satisfacción, en abierto contraste con la cenicienta y taciturna presencia del presidente Torres, aún conmocionado por la pérdida del Gobierno. Resultaba chocante verlos a ambos tras la blanca mesa presidencial del acto, el uno tristón y grisáceo y el otro feliz como unas pascuas. Aparentemente, al menos. Torres resulta un hombre más trasparente que su segundo. Se le nota cuando está a disgusto, y el martes noche lo estaba, a pesar de las constantes muestras de afecto y los aplausos de un auditorio entregado a su despedida del trono presidencial. Una despedida relativa, con 22 diputados acompañándole, y sólo Carolina Darias presumiendo de estar en condiciones de enseñarle «cómo se ganan elecciones». Una despedida en cualquier caso bastante menos dramática que la de Román y sus blancos dientes perfectamente a juego con el decorado del salón central diseñado por Calatrava.

A ver: una cosa es ser la suya la candidatura más votada en estas elecciones, y caer derrotado a pesar de eso, como le ha ocurrido a Torres ante el empuje de esa ola conservadora que se ha llevado las ilusiones de todos (menos uno) los barones socialistas, con una media de votos a su persona cuatro puntos y medio superior a la de las listas del PSOE al Parlamento. Y otra cosa –completamente distinta– perder el acta porque los votantes de tu partido te castiguen votándote menos que a los segundones de las listas insulares, porque les cae fatal tu bigote, es un decir. Es que lo que tiene el nuevo sistema de elección de los diputados al Parlamento en dos circunscripciones distintas –la insular y la regional–, que permite medir si la gente te apoya –y te vota– más o menos que a los de la otra lista. A Torres le han votado mucho más que a los suyos, y a Román mucho menos, y por eso no ha salido elegido, y no por el malvado contubernio de la derechona que pareciera haberse producido sólo para que él se quedara compuesto y sin acta a las puertas de Teobaldo Power. Para alguien tan creído como nuestro vice, que los tuyos te den de lado debe haber resultado bastante duro de asimilar. Y no tiene otra explicación posible que la mera antipatía entre sus electores: la lista insular de Nueva Canarias, encabezada en cada isla por un subalterno romaní, obtuvo algo más de 71.000 votos, fue la cuarta más votada, por encima de Vox, y sumó cinco diputados, dos diputados más de los que obtuvo hace cuatro años. La lista regional, con Román al frente, sacó casi ocho mil votos menos (más de un diez por ciento), no logró colocar ni un diputado (consiguió uno, el propio Román, en 2019) y además –oprobio y vergüenza– quedó por detrás de Vox. Fue como si los votantes le lanzaran a Nueva Canarias el mensaje de que Román sobra. ¿Sobra? Bueno, él cree que no.

Por eso, de lo que hoy se habla en Nueva Canarias no es de la consolidación del proyecto canarista, con cinco diputados en listas insulares que no se habían logrado desde 2015, sino de lo que se puede hacer con este diputado jubilado por los electores, que el pasado mes de abril cumplió 30 años viviendo de un salario político. Después de todo ese tiempo, sin duda le costará acostumbrase a un retiro que en cualquier caso no sería prematuro. Pero Román ya ha dejado claro lo que quiere: quiere ser califa en lugar de Pedro Quevedo, e ir al Congreso en las próximas elecciones, y va a intentarlo. Supongo que se sentiría más cómodo en las listas del PSOE, pero aquel experimento progresista que le regaló en 2016 un escaño socialista en el Congreso al caraqueño Quevedo es difícil que se repita. Román pretende por eso reeditar la candidatura conjunta entre Nueva Canarias y Coalición Canaria, que es la única que (a lo mejor, quizá, si la gente la vota) podría convertirle en diputado time-sharing.

Después de una legislatura señalando por conservadores y fachosos a sus colegas de Coalición, Román rescata ahora la unidad nacionalista. A ver si tiene suerte y la unidad imposible le conduce a la carrera de San Jerónimo… Hay gente capaz de convertir el agua en vino y los fondos europeos en aire. En fin.

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