Opinión | A babor

El bandazo

El bandazo

El bandazo / ANDRES CRUZ

Supongo que en los próximos días nos cansaremos de hacer sesudos análisis sobre lo ocurrido en estas elecciones, en las que el país entero ha reaccionado dando un monumental bandazo hacia la derecha, que ha sacado al PSOE del poder en la mayoría de las regiones y grandes ciudades. Supongo también que lo que procede ahora es un análisis en detalle de lo que ha sucedido, pero yo creo que lo que vivimos anoche fue la plasmación del hartazgo de millones de ciudadanos cansados de las políticas radicales y de las actitudes revanchistas y soberbias que han caracterizado los últimos años la política del gobierno de Sánchez.

Es verdad que resulta llamativo que el rechazo al radicalismo de la izquierda se manifieste en un apoyo tan contundente y masivo a un partido de la ultraderecha, pero no es en absoluto extraño. Las personas no hacen siempre lo mejor para resolver sus problemas. Muchas veces optan por responder a la frustración o el enfado que les producen comportamientos radicales, optando por el radicalismo contrario.

Eso es lo que ha sucedido en esta primera vuelta de unas elecciones generales que el presidente Sánchez debería probablemente adelantar, pero no adelantará.

Después de cinco años de un Gobierno incapaz de frenar las ocurrencias y disparates de su ala podemita, y de un partido –el PSOE– que no ha sido capaz de frenar la ambición personal de Sánchez, sus abusos de poder, sus comportamientos autoritarios, la ocupación de las instituciones del Estado, sus mentiras y sus acuerdos con Esquerra, Junts y Bildu… después de todo eso, el castigo ha sido contundente e inevitable.

Algunos han pagado sin merecerlo ese castigo. Lo han pagado sin motivo algunos barones del PSOE, algunos alcaldes que han hecho de tripas corazón para sortear como fuera las instrucciones de Ferraz y Moncloa, manteniendo cierta independencia y decoro.

No es el caso de Ángel Víctor Torres, sanchista convencido y uno de los responsables de que su fórmula de gobierno –imitando el ejecutivo Frankestein de Sánchez– haya sido uno de los gobiernos más irrelevantes de la historia de Canarias. Es cierto que a Torres le toco bailar con la pandemia y el volcán, pero también lo es que ha dispuesto de más recursos que cualquier otro Gobierno de la historia de la autonomía y no ha sido capaz de resolver ninguno de los graves problemas estructurales que prometió resolver: ni el famoso cambio de modelo económico, ni ninguno de los rubros de nuestro patético libro de récords: una sanidad ineficiente, una educación que no funciona, una dependencia convertida en arma arrojadiza, el empantanamiento de la política de vivienda, incapaz de construir una sola de los miles de viviendas prometidas al inicio de la legislatura. Ha sido una política consumida en propagandas, fuegos de artificio, creación de relatos y venta de humo desde una televisión pública que anoche retrasó la presentación del sondeo que había encargado, porque los datos no les gustaban.

Al final, lo que ha logrado Torres en Canarias es exactamente lo mismo que ha logrado Sánchez en España: fagocitar a todos los que han gobernado con él, concentrar en el PSOE todo el voto de la izquierda, incluyendo el de la izquierda más radical. Pero la izquierda en su conjunto ha perdido en ese recorrido un tercio de su peso político, como antes perdió su alma transformadora e igualitaria. Podemos desaparece en Canarias como desaparece en todo el país y se lleva con destino al olvido a su montón de saltimbanquis.

Los resultados de esta noche demuestran que las sociedades tienden a regularse a sí mismas.

Pero es mentira que las sociedades no se equivoquen. Se equivocan y además mucho.

Yo creo que es un error cambiar un extremo por otro. Pero es lo que suele ocurrir. Lo único que espero es que la incorporación de la ultraderecha a la vida municipal y regional modere su actitud y su visión del mundo. O eso o que su presencia en nuestras instituciones no sea muy duradera. Que acaben corriendo una suerte parecida a la de sus colegas populistas de la ultraizquierda.

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