Opinión | El ocaso de los dioses

Rafael Simón Gil

La okupación de la democracia

El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi.

El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi.

Si no fuera por la extrema gravedad del tema, por la absoluta obscenidad de los hechos y la pestilente descomposición que para la democracia española ha supuesto el asunto, que el partido de extrema izquierda Bildu, heredero sin condiciones del mundo etarra, incluya en sus listas a 44 condenados por actos de terrorismo, entre los cuales 7 por asesinato, no solo ha sido un vil, chulesco y filonazi nuevo atentado contra el dolor de las víctimas del gansterismo etarra, una nauseabunda provocación, sino que ha configurado el retrato ético y estético donde se mueve el mundo de Bildu, de un lado, y, de otro, la laxa posición adoptada por cierta izquierda y la extrema izquierda de este maltratado país. Que Bildu le eche un pulso de esta desafiante envergadura a la democracia, al Gobierno y a todos los españoles es quizás la parte más previsible del sanguinario drama; está en su condición, en su esencia totalitaria, en la raíz de su razón de ser, el aguijón del escorpión. Nada nuevo para quienes sabemos qué es Bildu, qué es lo que quiere y qué es lo que está dispuesta a hacer para conseguirlo, pese al potente blanqueamiento político y mediático que hemos soportado tras la mal llamada –por no bien entendida– «derrota» de ETA (un aggiornamento de la banda terrorista que, consciente de su inexorable derrota por la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Ley, consigue instalarse vicariamente en el poder de los votos tras decenios de miedo, asesinatos, manipulación, omertá y el exilio de más de 200.000 personas que tuvieron que abandonar su tierra por el terror de ETA, los transterrados).

Las comparaciones casi sobran, pero no me resigno a silenciarlas en este caso. Como en el mundo comunista no hay elecciones democráticas, lo dejo a un lado de la hipótesis. Pero, ¿se imaginan ustedes que en Alemania se hubieran presentado para alcaldes y concejales decenas de nazis condenados por asesinato y que encima fuera legal? ¿Que la socialdemocracia alemana y determinados medios de comunicación hicieran malabarismos conceptuales, huidas por la trastera, para zafarse –si no justificar formalmente– tamaña felonía? ¿Cómo se puede estar al mismo tiempo emponzoñando a la ciudadanía para que vuelva su mirada a una Guerra Civil de hace casi 90 años mientras se pide comprensión y se felicitan porque unos asesinos y terroristas de hace apenas unos años maquillen su vesania criminal presentándose a las elecciones? ¿Cómo puede Irene Montero, ministra de este Gobierno –sí, de este, no del otro, aunque sean elecciones municipales y autonómicas–, justificar que Bildu elija en sus listas a condenados por asesinato y por terrorismo con el aséptico argumento de que es un partido democrático? ¿Qué democracia es la que prefiere Montero? ¿También utilizaría el mismo argumento si algún partido presentara en sus listas a 44 condenados por violencia y asesinato contra mujeres?

A todo ello, en un acto de cinismo insoportable, responde desde su blanqueado púlpito el hombre de paz, Arnaldo Otegui, al arengar a sus feligreses diciendo que se trata de una «nueva inaceptable campaña de acoso y derribo por parte de determinados sectores de la derecha española… para crear un lodazal en el que chapotear por meros intereses políticos y electoralistas». ¿No sabía Otegui el pasado de esos terroristas y asesinos? ¿Renuncia Otegui a su pasado? ¿Ha pedido perdón a las víctimas, expresamente, sin eufemismos? ¿Es lícito preguntarse qué puede haberle sacado Bildu a don Pedro de rédito político apartando «solo» a los candidatos condenados por asesinato? ¿Una operación de este calibre no la tenía controlada Bildu? ¿No lo conocían los servicios de inteligencia del Gobierno?

Belarra, ministra de este Gobierno –sí, de este, no del otro, aunque sean elecciones municipales y autonómicas– anunciaba una reforma del Código Penal para castigar con cárcel a empresas que se encarguen de «desokupar» a los okupas porque éstos son colectivos vulnerables. Es decir, una señora de 80 años ve okupada su vivienda y se tiene que conformar viviendo en la calle porque ella no es vulnerable, sus okupas ilegales sí. El tema de la «okupación» en España ha traspasado nuestras fronteras y es motivo de artículos en la prensa foránea, fundamentalmente británica, algo que le hace cambiar el rictus hierático a don Pedro por la imagen de tercer mundo de un gobierno consentidor con los okupas. Pero siendo grave el tema, que lo es, la mayor preocupación está en cómo ciertos partidos que no creen en España, en la democracia, en la Constitución, ni en la libertad, sean hoy referente y mañana socios de un gobierno que ya ha contado con ellos para seguir en el poder. Se empieza okupando pisos y se acaba okupando las instituciones y la democracia.

Louis-Ferdinand Céline y Ezra Pound (éste último notable componente de la llamada Generación Perdida: Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, Hemingway, Steinbebck, Faulkner, Dos Passos, T.S. Elliot…, 4 Nobel) comulgaron en su día con la ideología nazi y fascista. Jamás se mancharon las manos de sangre, pero recibieron su castigo –así debe ser– y la democracia nunca los perdonó. Hoy, Viaje al fin de la noche de Céline y Los cantos de Pound son consideradas obras cumbre de la literatura del siglo XX. ETA escribió su obra con más de 850 asesinatos, y Bildu ha escrito nuestra memoria democrática. Por eso traigo a Céline: «Y, además, que todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos. Está del otro lado de la vida.»; y a Pound: «… el verdugo por el momento no está aquí//el sujeto que va al lado de tu cochero// es solo un cosaco que ejecuta…».

Escucho los conciertos para piano número 2 y 3 de Rachmaninov, tan cinematográficos (el 2, en Breve encuentro, de David Lean y La tentación vive arriba, de Billy Wilder; y el 3, el más difícil de interpretar, en Shine, de Scott Hicks), con Ashenazy al piano y la dirección de Previn. Y recuerdo que los «vulnerables» bolcheviques le okuparon a Rachmaninov su finca Ivanovka en 1917, destruyendo libros, composiciones musicales y cuanto de cultura encontraron a su paso. Finalmente destruyeron la casa. Rachmaninov emigró a Estados Unidos. A más ver.

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