Opinión | Retiro lo escrito

El derrumbe

La consejera de Derechos Sociales del Gobierno Canario y presidenta de Podemos en Canarias, Noemí Santana, en una imagen de archivo

La consejera de Derechos Sociales del Gobierno Canario y presidenta de Podemos en Canarias, Noemí Santana, en una imagen de archivo / Europa Press

Cuando usted escuche ulular a la izquierda puede apostar a que no están de boncho, no gritan de alegría, no convocan la esperanza, no han descubierto nuevos motivos para el optimismo histórico. No, cuando usted escuche ulular interminablemente a la izquierda lo que ocurre es que se están matando porque gobiernan o porque sus perspectivas político-electorales son francamente horrorosas lo mismo da. Pero, ¿cómo iba a ser de otra forma? Citemos el caso de Podemos. En el año 2015 obtuvo siete diputados en el Parlamento de Canarias. Cuatro años más tarde su representación quedó reducida a cuatro escaños. Y hoy Noemí Santana y sus compañeros luchan denodadamente por conservar, al menos, tres diputados, y así disponer de grupo parlamentario propio. Todas las encuestas sin excepción señalan un descenso acentuado del voto a Podemos y sus alianzas en cabildos y ayuntamientos. Si esta prospección se confirma en la noche del próximo domingo las responsables de Unidas Sí se Puede (la coalición entre Podemos, IU y Sí se puede) deberían presentar su dimisión inmediata. Empezando por Laura Fuentes, coordinadora de Podemos Canarias. Y sin embargo resulta sumamente improbable que se produzca esta mínima coherencia democrática. La consigna de los aparatistas de Podemos es resistir como sea, encastillándose en el grupo parlamentario. Si es posible la reconstrucción del llamado Pacto de las Flores podrán distribuir algunos cargos y despachos y tirarán para adelante, si no es así, ya se improvisará algo.

Los podemitas isleños han vivido tres purgas desde 2015. La última desarrollada en dos tiempos, la que precedió y siguió a la indecente jugarreta de Meri Pita, secretaria general entre 2014 y 2017, que intentó reventar las listas electorales en los comicios autonómicos de 2019. Claro que antes, y en una operación avalada por Alberto Rodríguez desde Madrid, Pita fue apartada y sustituida por Santana. Recuerdo perfectamente que Meri Pita era descrita por los ganadores como una leninista feroz y que por donde pasaba no volvía a crecer la hierba, sea porque la aplastaba, sea porque la engullía, y en cambio Noemí Santana era una chica más moderada y dialogante, en realidad una socialdemócrata, lo que necesitaba Podemos para aggiornarse y tocar poder. La aritmética parlamentaria les bendijo en 2019 y consiguieron la Consejería de Derechos Sociales, que sin duda diseñó sus objetivos programáticos, pero también sirvió de buque nodriza para una docena larga de cargos públicos y asimilados. De nuevo Alberto Rodríguez, designado pocas semanas antes secretario de Organización por Pablo Iglesias, avaló el acuerdo de Podemos con sus nuevos socios, incluido Casimiro Curbelo y su ASG, del que ahora tanto abomina.

En efecto, se alcanzó el poder, pero el proyecto de partido estaba roto. Sería interminable señalar los expedientes abiertos, las expulsiones fulminantes, las rupturas y dimisiones de cargos públicos en instituciones tan relevantes como el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y el Cabildo de Tenerife, la momificación de círculos y asambleas que ya no se utilizan para canalizar la participación, sino para refrendar a una dirección política obcecada y agorafóbica. Jamás se ha ofrecido una explicación a los ciudadanos sobre este derrumbe. Aprovechándolo personajes como la compañera Pita o –más incoherentemente aún– el compañero Rodríguez intentan rascar algo. Cuatro, cinco, seis concejales tal vez en toda Canarias. No va a ser mucho más. Da igual. Se volverá a la época de guerra de guerrillas y excomuniones tronantes para repartirse la miseria. En estas elecciones Unidas Podemos insisten mucho en la valentía. Deberían recordar a Arthur Koestler, que de purgas, mesianismos y otras derrotas de la izquierda sabía un rato largo: «Hay dos clases de valentía: la del valiente y la del cobarde».

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