Opinión | SANGRE DE DRAGO

Los rostros de la pobreza

La pobreza asola Cuba.

La pobreza asola Cuba.

Los pobres, o dicho con mejor expresión, las personas que sufren algún tipo de carencia y a quienes les cuesta salir de esa situación, derive de las causas de las que derive, deben ser los privilegiados de la acción de la sociedad. Pero mirar un rostro solo se debe hacer con mirada de derechos. O sea, que las personas, todas las personas, por el hecho de serlo, tiene unos derechos vinculados a su ser. Son lo que llamamos derechos humanos. Por el mero hecho de ser humanos somos sujetos de una serie de derechos básicos y fundamentales.

Lo que suele ocurrir con no poca frecuencia es que, al mirar a las personas en pobreza, se nos suele despertar el prejuicio de culpabilizarles. Dicho de otro modo: «Si están en esa situación es porque se lo ha buscado o por su mala cabeza o por el abuso de sustancias, o por lo que sea… Ellos son culpables de su pobreza». Puede que sean responsables de malas decisiones, pero aun así, no por ello han dejado de ser sujetos de derechos, porque siguen siendo personas. La mayoría de las situaciones no son consecuencia de decisiones personales, sino del devenir biográfico y social que lleva a las personas a esa situación.

Hay pobrezas materiales. Hay quien pasa necesidad y padece mala nutrición. No nos quepa duda. Dar de comer a quien pasa hambre es una obra de misericordia material según la hermosa tradición de la vida cristiana, como el vestir al que pasa frío o visitar a quien está preso o enfermo. Esa pobreza es más visible. Pero hay otras menos visibles. Hay soledades no buscadas que empobrecen el ánimo vital de muchas personas. En la sociedad más interconectada de la historia, hay un abismo de soledades terribles. La falta de cultura, la carencia del desarrollo del sentido de la belleza, la carencia del sentido de la vida y de ilusión existencial. Esas pobrezas son menos visibles, porque se llevan por dentro.

Hay una pobreza espiritual. Aunque no haya sido declarado por Naciones Humanas, toda persona tiene derecho a su desarrollo espiritual y aquellos medios que la desarrollen. Pareciera que el desarrollo y cuidado espiritual es un lujo para satisfechos. Y no lo es. Hay un espacio existencial que merece ser cuidada. De igual manera que cuidamos la dimensión espiritual en los ámbitos sanitario –materialmente presente en los cuidados paliativos–, y en los ámbitos educativos con el desarrollo de la inteligencia espiritual –tan desarrollada por Francés Torralba–, debe ser cuidado en la acción social de la sociedad y d la Iglesia.

En la Asamblea Diocesana de Cáritas Nivariense el pasado sábado, el delegado de la Confederación de Cáritas Española nos ofreció un marco de criterios de la importancia que tiene en la acción social cuidar la dimensión espiritual de las personas participantes. Tal vez debamos despertar en nuestra mirada de las pobrezas la que, como la Cenicienta, pasa desapercibida y necesita la integridad de lo humano de las personas que sufren alguna carencia material.

Las personas no solo necesitan pan, ropa y vestido. Tienen alma, inteligencia y voluntad; tienen hambre de belleza y de sentido. Tienen necesidades espirituales.

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