Opinión | La espiral de la libreta

Olga Merino

La CIA, a la caza de agentes de Moscú

Archivo - La expresidenta de la Cámara de Representantes de EEUU Nancy Pelosi

Archivo - La expresidenta de la Cámara de Representantes de EEUU Nancy Pelosi / ROD LAMKEY / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO - Archivo

Estados Unidos quiere reclutar espías en Moscú, personas vinculadas a la inteligencia, la diplomacia y los núcleos de poder: uno de los protagonistas del vídeo que la CIA ha colgado en Telegram viaja en coche oficial con banderitas, sube escaleras de mármol y muestra al conserje una chapa de jefe. Desde luego, el anuncio sabe pulsar las cuerdas del violín ruso, las que allí mejor vibran, el espíritu de sacrificio, las heroicidades cotidianas, el patriotismo, la familia, la eterna aspiración a una vida digna, la abominación de un estallido revolucionario. «Puede que la gente que te rodea no quiera oír la verdad. Pero nosotros, sí», dice la voz en off, invitando a los potenciales agentes a filtrar información a través de la deep web.

Aunque el anzuelo se antoja poco seductor –Putin ha introducido la cadena perpetua en el Código Penal para el delito de alta traición–, el anuncio confía en la discrepancia, en la fisura que puede acabar quebrando la mole de granito.

¿Hasta dónde llega la disidencia en Rusia? Un conocido ruso me habla de una encuesta reciente de la revista Nóvaya Gazeta Evropa, a la que han respondido unos 22.000 suscriptores. De acuerdo, no tiene valor sociológico alguno. Y la pregunta tiene algo de adivinatorio, de consulta a la pitonisa («¿cómo se producirá el próximo cambio de poder en Rusia?»). Pero llaman la atención los porcentajes en las respuestas: el 5% cree que tendrá lugar mediante elecciones democráticas. Una revolución (11%). Un golpe militar (31%). Y la abrumadora mayoría (53%) considera que nada cambiará, que Putin entregará el cetro a un sucesor autoritario. Mi colega está persuadido de que esta eventual coyuntura se prolongará durante más de una década.

Élites predadoras. Las clases altas rusas, las que se enriquecieron en los salvajes años 90, mediante el saqueo y con la aquiescencia entusiasta de Occidente, han optado por guardar silencio o largarse del país. Entonces, en aquella década caótica, de asesinatos a diario, no les importó la pulverización de las exiguas conquistas democráticas del poscomunismo. A Europa, tampoco. Y ahora, ¿qué? De aquellos polvos, estos lodos.

Mientras, en el día 450 de la invasión, comienza a detectarse cierto cansancio en los países vecinos de Ucrania (Polonia, Hungría, los bálticos) por la afluencia masiva de refugiados. En el frente bélico la situación sigue estancada, con expectativas demasiado elevadas en una contraofensiva ucraniana que se retrasa. Nos aguarda una guerra larga, con mucho desgaste, con mucho dolor.

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