Opinión

Juan Jesús González

Canarias, agua y la cultura de la abundancia

Estación depuradora de aguas residuales de Santa Cruz.

Estación depuradora de aguas residuales de Santa Cruz. / El Día

En Canarias se vivió no hace tanto una economía del recurso que se podría considerar propia de sabios, hasta el punto que Fuerteventura –hoy sumida en una crisis de suministro de agua– llegó a exportar alfalfa para la alimentación de ganado a Gran Canaria cuando se extraía agua con la fuerza de los camellos o con aerobombas alimentadas por molinos como los de Chicago.

Hoy, sin embargo, decimos defender lo público, pero sin creer en lo público y no es que no aprovechemos nuestra inteligencia sino que vamos más lejos y somos capaces de mantener pérdidas en las redes públicas de abastecimiento que rondan el 50% en muchos casos, sin apenas mantenimientos o mejoras.

Y resulta muy preocupante observar cómo temas cada día más en el candelero como todo lo que tiene que ver con el ciclo del agua estén pasando prácticamente desapercibidos en la actual campaña electoral cuando nos caen promesas de todo tipo y de todas partes. Acaso porque Canarias pareciera inmersa en la cultura de la abundancia y da la impresión que el agua, junto a otros temas como los relativos al sector primario, nos preocuparan lo mismo que si viviéramos en la cuenca del Amazonas. Sencillamente no es un problema y resulta algo chocante ver la ristra de romerías que se nos presentan por delante de aquí hasta casi el otoño cuando, por otro lado, a nuestros ganaderos no les pagamos la leche y la carne a un precio justo sin haber sido capaces de garantizarles unos mínimos, siquiera en forraje, para sus animales.

En este sentido hay que reconocer la labor de Narvay Quintero, que en su momento, como consejero de Agricultura del Gobierno de Canarias, trabajó para la consecución de un plan forrajero para Canarias, hoy en el olvido, que de haberse implementado hoy día representaría un elemento fundamental para plantar cara a la dura situación que se nos presenta no sólo por la guerra de Ucrania sino también, de triste actualidad, por la sequía que nos afectará en precio y escasez de alimento para el ganado procedente del territorio continental, básicamente español.

No se trata de imaginaciones porque ya los australianos y neozelandeses apostaron por nuestras tederas y nuestros tagasastes para alimentar al ganado al otro lado del mundo mientras nosotros, a la vista está, consideramos estos recursos como propios de una cultura de la miseria o de la incultura directamente. Lo que para nosotros no sirve, lo aprovechan en otros territorios más adelantados.

Cualquiera diría que con la presión turística que tenemos y los más de dos millones de habitantes censados no deberíamos dar la espalda alegremente a este asunto, hasta el punto de ser tocado tangencialmente incluso en la campaña electoral. Tenemos una red de tuberías viejas, con pérdidas escandalosas en muchos casos y que han hecho saltar la liebre en el caso de Fuerteventura. ¿Se pueden soportar en algunos sitios pérdidas del 40% o el 50% incluso de agua desalada generada con combustible en la mayoría de los casos?

En el caso del Cabildo de Tenerife ¿qué se ha aportado en este sentido en este último mandato? En nuestro caso, y por poner algún ejemplo, resulta que tenemos tres emisarios en Candelaria y nuestra mayor y casi única preocupación son las gestiones para que no se consume la retirada de banderas azules por mala calidad del agua de baño. O lo que ocurrió en Icod El Alto, donde teníamos una balsa que permitía ese riego extra que tan bien hubiera venido para épocas de sequía como la actual –hasta 70 días sin llover y sin la humedad del alisio– y después de dañarla el Delta desaparecieron hasta los restos sin que nadie se preocupara más por el asunto.

En el caso de La Palma, hay centenares de miles de metros cúbicos de agua de primera calidad bajando barranco abajo en lugar de ir a almacenarse a la Laguna de Barlovento, casi vacía en la actualidad, porque cinco de las galerías del municipio se encuentran por debajo de la cota de dicha presa y nadie se ha preocupado u ocupado en un sistema de elevación que impida este dispendio.

En el Valle de Güímar, donde hay acciones positivas en cuanto al aprovechamiento del agua como es el caso de la labor de Fuentes de Güímar, parte de la agricultura agoniza por falta de agua, mientras las administraciones han construido la planta depuradora para aguas residuales de carácter comarcal. Se suponía que dicha planta tendría capacidad para suministrar parte del agua de riego que esta zona necesita, pero nos encontramos con planta, pero sin red ni de riego y, lo que es más surrealista, sin red para el suministro de aguas residuales hasta la instalación, de tal forma que éstas siguen saliendo al mar vía viejos emisarios y sin tratamiento.

Y sí, efectivamente, ha habido en este asunto gran falta de sensibilidad política incluso para poder limpiar una galería por encontrarse en el entorno de espacios protegidos, cuando por otro lado nos la pasamos hablando de sostenibilidad, medio ambiente o economía circular y huella de carbono sin alcanzar a entender muy bien el significado de todo eso. Entre tanto, los agricultores se ven abocados a perder parte de sus cosechas y explotaciones e, incluso, muchos puestos de trabajo en el sector. Eso sin contar con las repercusiones en cuanto a precios y encarecimiento de la cesta de la compra por escasez de oferta que se nos podría venir arriba más pronto que tarde.

Algunos siguen viviendo aquí en la cultura de la abundancia cuando la realidad es que en Canarias el agua sigue siendo un bien escaso que es necesario no sólo para el sector primario –fundamental para reducir la dependencia exterior– sino para la vida misma. Pocas propuestas hemos visto durante esta campaña electoral sobre temas tan importantes como éste, pero es que ya se sabe que es más importante vender proyectos y promesas que solucionar realmente los problemas que afectan de verdad a nuestra tierra.

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