Opinión | A babor

El cabreo de los médicos

Manifestación de médicos

Manifestación de médicos / María Pisaca

El Gobierno se felicitó ayer al considerar un fracaso la huelga de médicos. Debe ser más fácil contar bajas de médicos que retrasos en la atención a los pacientes, porque apenas unas horas después del inicio de la huelga, mucho más rápido de lo que se facilita el cómputo de las listas de espera, Sanidad informó que los facultativos que siguieron la huelga fueron apenas uno de cada 15. El resto no se comprometió en la movilización, y de los médicos que tenían turno de mañana ayer, sólo dejaron de acudir a sus puestos de trabajo poco más de 400 de los 5.500 convocados. El porcentaje ofrecido por Sanidad no computa los 1.200 médicos obligados a cumplir servicios mínimos, y sólo cuenta los del turno de mañana, pero al final eso es lo de menos.

Lo importante es que el Gobierno dice que la huelga no afectó al Servicio Canario de Salud, que la jornada se desarrolló con «absoluta normalidad», es decir, como si no hubiera huelga. No sé si los pacientes desatendidos pensarán lo mismo, que lo normal es que no te atiendan, pero los Gobiernos tienden a vivir en la realidad que a ellos les conviene, y si esa realidad no existe, inventan otra paralela.

No me atrevo a conjeturar que los datos ofrecidos no respondan a la realidad, que sean inventados. Pero intuyo que esos datos de bajísima participación reflejan más un deseo que otra cosa: que la jornada de ayer fuera realmente de normalidad en ambulatorios y hospitales. Y no lo fue… Una huelga es siempre un fracaso, el reconocimiento de que la negociación se ha bloqueado, y una huelga de profesionales sanitarios es un drama, porque quienes pagan las consecuencias son personas con dificultades, pacientes aquejados de dolencias y enfermedades, con necesidad de ser sometidos a procesos operatorios o ser auxiliados.

La pregunta que habría que hacerse es por qué el colectivo médico ha decidido sostener en plena campaña electoral una huelga que perjudica a sus pacientes, y también daña sus propios bolsillos. Y quizá la explicación esté en dos factores: uno, el más obvio, es la negativa del Gobierno a resolver esta situación en el plazo razonable para hacerlo, que es el plazo de su mandato, que concluye el 28 de mayo. El Gobierno ha retrasado la toma de decisiones, y se ha negado en los últimos meses a avanzar en la negociación, alegando que está en funciones. Pero las reclamaciones de los médicos no son de ayer, se arrastran desde hace años, tanto las que tienen que ver con el hecho más que comprobado de que en la Sanidad pública de Canarias se cobra mucho menos de lo que se cobra en cualquier otra región española; como las que tienen que ver con el desastre de la atención primaria, devastada por la pandemia; o con la interinidad –incluso precariedad– en la que trabajan facultativos que llevan años en la Sanidad pública y a los que aún se les renuevan sus contratos cada semana, algo absolutamente ilegal, inaceptable en cualquier relación laboral, pero que en la Sanidad pública de las islas sigue ocurriendo.

La respuesta a esa situación ha sido el anuncio realizado por el Gobierno el mes pasado de una estrategia de consolidación del personal, que consiste en que los actuales eventuales se conviertan en interinos, «estabilizando a más de 12.000 trabajadores del sistema sanitario», según se dijo entonces, y ampliándolo en más de 7.000 plazas. Consolidación, estabilización y ampliación de la plantilla: suena bien. El problema es que la propuesta llega tarde: el Gobierno se compromete a ejecutarla cuando no se sabe si podrá hacerlo, a pesar de la promesa de agilizar la contratación –en interinidad, una figura que el Gobierno tiene la obligación de abolir– de esos 7.000 profesionales sanitarios en situación precaria, entre ellos más de un millar de médicos. Pero es que nadie se lo cree. Llevan con eso casi dos años. Y tras el preaviso de huelga indefinida el mes pasado, el consejero dejó claro que la celebración de las elecciones convertía en «no procedente» y «hasta irresponsable» que el Gobierno de Torres abordara una solución que corresponde al nuevo. Después vinieron las prisas y el compromiso de arreglar el asunto en el mes de julio. Suena a tomadura de pelo. Y ese es el otro factor que tiene completamente quemados a los médicos: se sienten ninguneados y preteridos por la administración, no se les ha compensado el esfuerzo realizado durante la pandemia, los cientos de sanitarios caídos en primera línea en la pela contra el Covid, y –sobre todo– la promesa de no olvidar jamás lo ocurrido, de devolver la Sanidad pública al lugar que se merece y cambiarlo todo. Se sienten engañados. Y es ese el cabreo que los mueve.

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