Opinión | Retiro lo escrito

Una tierra de oportunidades

El voto como vía para ejercer el derecho a la participación política

El voto como vía para ejercer el derecho a la participación política

Pese a nuestro infausto pasado reciente, Canarias siempre ha sido una hermosa tierra de oportunidades para nuestros jóvenes. Lo que ocurre es que nuestro maravilloso país pone las condiciones y luego hay que aplicar talento y conocimientos para saber aprovecharlas. Incluso cabe asegurar que las islas son un espacio especialmente pródigo para las segundas oportunidades. Les pondré un par de ejemplos de jóvenes (imaginarios) a los que errores en el pasado no han impedido ni impedirán que fructifiquen sus éxitos en el futuro.

Imagínense a un pibe no demasiado espabilado al que le encantan el baile, la guachafita y el bacilón. No parece del todo un mal chico, pero su inclinación por la curiosidad, la lectura o el estudio es realmente nula. Como no le iluminan demasiadas luces una noche de carnaval, en la capital más bullanguera y meada de la Macaronesia, el chico quizás se pilla una cogorza idiotizadora e intenta entrar por la fuerza y entre carcajadas aguardentosas a una institución pública. Un policía que estaba de guardia se lo intenta impedir, pero el pibe, ya se ha dicho, va empedusado, y consigue romperle una articulación al guardia cincuentón, que cae casi desmayado y padece otra fractura. Llega una patrulla y detiene al joven y a sus amigotes. Algunas semanas o meses después se celebra el juicio y el policía, desde luego, demuestra documentadamente las lesiones sufridas. El joven recibe la condena del juez y le es impuesta una multa. Durante algún tiempo el pibe sigue barloventeando hasta que conoce –vamos a ahorrarnos detalle en esta fantasía– a un individuo que controla a uno de los principales partidos políticos de su ciudad. Lo controla pese a no figurar jamás como secretario general o secretario de Organización del mismo. Este padrino hospitalario terminará metiendo al chico como asesor de un cargo público y, ya sé que no me creerán, desde su posición de asesor el pibe, sin oficio ni beneficio, sin estudios ni experiencia de gestión, termina siendo, nada menos, alcalde-presidente del ayuntamiento de una ciudad obispal y universitaria de 160.000 habitantes. Lo más asombroso es que nadie recuerda nada de eso, aunque el alcalde y su equipo gastan tiempo y recursos para alimentar cuidadosamente tan asombrosa amnesia. De esta manera –nada barata– el pibe se transforma de estilista de reguetón a icono del cambio político liberador y del progresismo municipalista. En otro lugar un individuo con semejantes antecedentes y un perfil absolutamente desnudo de referencias académicas y profesionales hubiera estado condenado a trabajar como portero de discoteca, tatuador o camarero de guachinche. ¿Es o no Canarias una tierra única?

El otro caso imaginario, ya les dije, es menos espectacular, pero tiene su nutritiva miga. Aquí es al revés. Primero el pibe –que sí estudió y consiguió un curro bien pagado– se convierte en político y después un supuesto ataque a un policía le lleva a perder la poltrona. El pibe respira malamente por la herida. Estaba en un partido y después cambió a otro para integrarse a una candidatura, y ahora esa organización no puede y lo abandona. Como sublime venganza el pibe se marcha a su isla y monta a toda prisa un partidete desde el cual pone a parir todo aquello en lo que participó y ratificó como mandamás en su momento: el programa político, la estrategia, las alianzas, los liderazgos de su antiguo partido, que ahora es vergonzantemente colaboracionista, y no tiene convicciones, y no tiene ideas, y ya no es progresista. La operación es tan burda y en un país normal y corriente le afearían un oportunismo tan salvaje y cínico. Pero no, el pibe regresa, interpreta su cantata a favor de los humillados y ofendidos, ofrece las soluciones más simples a los problemas más complejos y encuentra a varios centenares de entusiastas que lo asumen como un gurú o como un héroe. ¿No es generosa Canarias hasta la locura? ¿No nos regala todo? Canarias no solo es un jardín de belleza sin par. Es, para pibes como los aludidos, un auténtico chollo.

Suscríbete para seguir leyendo