Opinión | EN EL CAMINO DE LA HISTORIA

Juan Jesús Ayala

Es necesario dudar más profundamente

Nietzsche, que fue pura dinamita, quiso partir en dos a la historia universal trastocando radicalmente el proyecto del hombre como un ente inacabado, siempre hacia la superación como espécimen dentro de una biología cada vez más perfecta lo que motiva que muchos que se dicen progresistas no dejan de emular al viejo maestro de las políticas conservadoras, asumiendo también sus frases y postulados, «a quien no le enseñen a volar enseñarlo a caminar más deprisa». Aunque sea sin objetivos ni proyectos, eso sí, pero caminar y caminar sin llegar a ninguna parte.

Y en momentos electorales nos viene a la memoria otra frase del filósofo alemán como «es necesario dudar más profundamente». O sea que es un propósito que debemos tener ante los personajes que han desfilado desde tiempo inmemorial por el escenario de la política, relatores de no se sabe cuantas hazañas fallidas de gobierno y otros que se pasan de caducidad continúan pensando son primigenios aunque sus propuestas sean tan añejas como ellos no sirviendo para que la sociedad mejore no solo su futuro sino simplemente su presente.

Mientras, otros que pasan por nuevos llegan con un legajo bajo el brazo apabullante que han desarrollado durante el tiempo que han estado en el poder y que, ahora sí, dicen, van a poner en práctica porque anteriormente han estado pendientes de otras cuestiones que tienen que ver con mantenerse en el poder dejando para un tercer o cuarto plano las exigencias de la sociedad que camina a paso lento y cuando no, retrocede empujada por fárragos y palabras que se las lleva el viento.

De ahí que debe llegar un momento, y este es en el que estamos instalados hasta el día 28-M, que nos viene a propósito para dudar más profundamente y acostumbrarnos a destapar el tarro de las esencias que nos venden y desconfiar que hay dentro de él, si es suficiente, si concuerda con sus discursos o no tienen nada que ver con lo que se ve y oye.

El camuflaje de las engañifas y del trapicheo se puede quedar esquelético cerca del ridículo, sin cuerpo de argumento posible, que no pasa de la intencionalidad verborreica de los discursos romos, vacíos de contenido y llenos de frases gandilocuentes si somos capaces de profundizar más en la duda,

Si las palabras fáciles, si las promesas que salen a borbotones anegándonos el pensamiento y ahógandonos en prosopopeyas las ponemos en su sitio que es la retórica torcida e inconsistente haciéndolo con la profundidad que debemos tener no encontraremos nada nuevo y distinto de la cantinela de las campañas electorales donde, históricamente, una es copia de la anterior. Empeñados en propagar la mentira cuando apenas han hecho por los desheredados de la tierra y que ahora sí, dicen, pondrán las cosas en su sitio cuando en realidad son los artífices de haberlas situado en la ignominia y el descalabro social.

Profundizar en la duda seria necesario para que se puedam cantar las cuarenta a aquellos propagandistas que se han hecho políticos de profesión y que consideran al personal como si fueran acólitos de los pensamientos insulsos cuando ese quietismo falsario, ese conformismo que se asume podrían superarlo si le hubiesen hecho caso al viejo filósofo y haber caminado, al menos más deprisa, pero, al profundizar en la duda quizá sean otros, alejados de sus proclamas los que faciliten que las cuestiones vayan mejor, sin necesidad de desnudar los discursos de siempre, no descifrando palabras crípticas sino, simplemente, con introducir una papeleta en una urna dispuesta a cambiar las cosas para no continuar comulgando con ruedas de molino, sino abriendo nuevos espacios que pudieran ser de reprimenda y de desafecto que las palabras repetitivas producen.

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