Opinión | En el camino de la Historia

En Valverde de El Hierro, los maestros silenciosos

El escritor y filósofo italiano Nuccio Ordine, en una visita a Barcelona en 2016.

El escritor y filósofo italiano Nuccio Ordine, en una visita a Barcelona en 2016.

Nuccio Ordine, filósofo y humanista italiano galardonado con el Premio Princesa de Asturias en la modalidad de Comunicación y Humanidades, dedica su premio a los maestros silenciosos que cambian la vida de sus alumnos. Es uno de los intelectuales europeos que encarnan la lucha por recuperar las Humanidades y devolver el espíritu crítico a la sociedad.

Por eso quiere dedicar este Premio a los maestros a los que la sociedad no les concede la dignidad que se merecen, ni aún la económica cuando son ellos los que cada día hacen el milagro que los niños desprovistos de conocimiento obtengan una formación y que luego puedan dar un salto que les permita hacer que nuestra sociedad sea mas justa.

Nació en un pequeño pueblo del sur de Italia y recuerda que pasó sus primeros años en una villa costera desprovista de librerías y que aparte de sol y de una línea de costa poseía una profesora que para cualquier niño era un tesoro impagable, lo mismo que refiere de los que dirigieron sus primeros pasos, Albert Camus, cuando le otorgaron el Premio Nobel de Literatura de su maestro de primaria, Louis Germain, Umberto Eco o nuestro recodado profesor Emilio Lledó .

De ahí que nos lleguen a la memoria nuestros maestros silenciosos que se afanaban desde sus escuelas de Valverde y otros en diferentes pueblos de la isla en descubrirnos el mundo; pero el recuerdo se aposenta en los que nos enseñaron lo concerniente a la primera enseñanza y posteriormente en la educación secundaria, la que no todos pudimos compartir puesto que aunque algunos no accedieron porque las economías familiares no se lo permitían pero que, sin embargo, quedaron perfectamente dotados, como lo demostraron en empleos como bancos, comercios, compañías de seguros, etc ya que los maestros de aquella época desde una dedicación extraordinaria facilitaron el conocimiento necesario para tal fin.

Maestros que aún esperan que el olvido a que lo someten las autoridades públicas de la isla se extinga y se avive su memoria ya que muchos de los que hoy tienen responsabilidad de poder pudieran ser nietos de aquellos que recibieron su enseñanza y que gracias a ellos seguramente hoy no tendrían ese cargo público.

Nuestra primera enseñanza en Valverde fue de la mano de la insistencia y dedicación profesional de aquellos maestros del momento como don Vicente Plasencia, don Pablo Hernández, don Sebastián Ayala (mi padre) y doña Inocencia Durán, que dedicaron horas y horas para que sus alumnos obtuvieran el máximo provecho, y vaya que si lo consiguieron.

Y cuando accedimos, los que pudimos, a la Academia para prepararnos el bachillerato y posteriormente examinarnos en mayo con los profesores que se desplazaban de Tenerife pertenecientes al Instituto de Santa Cruz, no podemos olvidar a doña Inocencia como directora que se encargaba de las asignaturas de Letras, don Paco Méndez, que sabía todo el latín del mundo, don Valentín Padrón, que en matemáticas, física y francés era una autoridad, y el farmacéutico don Álvaro Fernández, que desempolvó sus textos de química de la universidad de Barcelona para adentrarnos en ellos. Fueron los maestros silenciosos de nuestra infancia y adolescencia y a ellos muchos les debemos las profesiones que desarrollamos mas tarde.

Remarca Ordine y como un paradigma de la enseñanza «que la escuela y la universidad tienen que ser un laboratorio critico. Tenemos que criticar los falsos valores de nuestra sociedad. Tenemos que formar herejes en lugar de instruir soldados consumidores pasivos y sin sentido critico; tenemos que defender las instituciones del camino que han tomado».

Así actuaron nuestros maestros, así deben ser reconocidos, y postergarlos al olvido por parte del ayuntamiento como si no hubiesen existido, no solo es ir contra la historia de la isla, sino lo que es peor, ignorarla.

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